La horrible moda de llevar sensores de glucosa sin ser diabética, contado por una diabética

El sensor de glucosa es para muchos el nuevo símbolo de estatus, pero para mí, diabética tipo 1, es mi gran elemento de amor-odio. ¿Estamos cayendo en una nueva fuente de ansiedad que se escuda en la excusa de la salud?
Lila Moss con su sensor de glucosa
Lila Moss con su sensor de glucosa
Fendace
Lila Moss con su sensor de glucosa

Lila Moss se ha convertido en uno de los personajes famosos responsables de visibilizar la diabetes al mostrar sin tapujos el malditoooo sensor de glucosa que muchos diabéticos tipo 1 llevamos en el brazo, y si digo "sin tapujos", es porque tanto ella como la modelo española Laura Sánchez han comentado en alguna ocasión que el fotógrafo de turno les ha preguntado si podían quitárselo para las fotografías.

"A veces me dicen que si me lo quito para las fotos. ¡Pero cómo me lo voy a quitar, si es mi salvavidas! ¡Es como mi rodilla o mi ombligo!", explicó Sánchez en el programa 'Corazón', de RTVE. Cuando voy por la calle y veo el malditoooo sensor de glucosa, en mi cabeza me pasa como supongo les ocurre a quienes tienen un jersey de The Row, que se cruzan por el paso de cebra y descubren instantáneamente tener algo en común. En su caso, dinero. En el mío, una enfermedad crónica. Lo sé: alguien ha salido perdiendo y ese alguien, para sorpresa de nadie, soy yo. 

El asunto es que yo odio profundamente tener que llevar el malditoooo sensor, porque aunque soy consciente de que me salva la vida, me hace sentir que llevo pegado un tapón de Fanta en el brazo. Sí: antes que diabética, soy una estúpida vanidosa.

Llevas una especie de neón contigo que grita a toda voz "mi páncreas me hizo ghosting"

La diabetes tipo 1 te hace pensar 23 horas y 50 minutos al día en la enfermedad, y ahora que la gente sabe que eres diabética, porque llevas una especie de neón contigo que grita a toda voz "mi páncreas me hizo ghosting", te ves obligada a tener que responder a infinidad de preguntas que hacen que esos 10 minutos diabetes-free que tenías al día, se extingan. En mi perfil de LinkedIn tendría que poner algo así como "Periodista y diabética a tiempo completo".

Así se miden los niveles de glucosa
Así se miden los niveles de glucosa
Abbott

Llevar sensor de glucosa por moda

El asunto es que cada vez más personas que no son diabéticas llevan sensores de glucosa. Se está convirtiendo en algo tan popular, que incluso un artículo publicado en 'The Times' incluyó el sensor de la marca Zoe dentro del listado de los artículos que son un símbolo de estatus

El problema es que muchos de los que lo llevan, aunque en un inicio lo hicieron para mejorar su salud, terminan por obsesionarse con sus niveles de azúcar, algo que sinceramente, me inquieta, pues yo vivo obsesionada por ello y daría lo que fuera (no mi páncreas, pues como comprenderéis, es poco válido) por no tener que pensar en ese asunto jamás.

¿Nos vamos a convertir en la versión 2024 de Bridget Jones, que anotaba su peso, las calorías que ingería y los cigarros que fumaba al día?

El trastorno de ansiedad por enfermedad gana entonces posiciones y encuentra en los sensores de glucosa un caballo de Troya para colarse en las mentes de quienes quieren controlar su salud de tal forma, que transforman sus intentos de acariciar el bienestar en una nueva obsesión. Además, ¿nos vamos a convertir en la versión 2024 de Bridget Jones, que anotaba su peso, las calorías que ingería y los cigarros que fumaba al día? ¿No tenemos bastante ya con medir los pasos, contar sentadillas y descubrir cada mañana que hemos dormido menos de lo recomendable a través de alguna app destinada a medir la calidad de nuestro sueño?

Muchos de los diabéticos tipo 1 que viven en países en los que la atención médica no es gratuita no tienen acceso a estos sensores

También hay que tener en cuenta que abrazar esta tecnología supone un nuevo elemento de privilegio al que pueden acceder quienes tienen dinero, pues lamentablemente, muchos de los diabéticos tipo 1 que viven en países en los que la atención médica no es gratuita no tienen acceso a estos sensores. Hay que cambiar el sensor cada 14 días, y el precio por unidad es de 60 euros, por lo que costaría 1.440 euros al año. Yo, gracias a la seguridad social, lo tengo de forma gratuita y cada cierto tiempo, recibo en casa mis sensores. 

Recibo lecturas de glucosa actualizadas cada minuto en el teléfono móvil

A través de la aplicación FreeStyle Libre 3, completamente gratuita, recibo lecturas de glucosa actualizadas cada minuto en el teléfono móvil, por lo que ya no tengo que medirme la glucosa pinchándome en el dedo, como tenía que hacer antes de este maravilloso invento que a mí, aunque me ayuda a estar algo más sana, al mismo tiempo ha añadido a mi mochilita ya de por sí bien cargada de miedos, neuras y obsesiones, una nueva. 

Ah, un detalle: salta una alarma cuando la glucosa sobrepasa ciertos niveles o cuando baja más de lo saludable, por lo que mi vida es un despertador constante, una alarma de incendios interminable, un timbre que no cesa.

Sí: he dicho que sé cómo esta mi azúcar "minuto tras minuto", por lo que imaginad lo que eso supone para alguien que al llevar semejante control numérico, recuerda cada 60 segundos que está enferma y tiene que medir con cautela cada cosa que come y el ejercicio que hace. Además, tras haber luchado contra la cultura de la dieta y contra la obsesión por contar calorías, ¿de verdad tenemos que instaurar una nueva neura en nuestras cabecitas? 

Me parece perfecto que de repente se ponga de moda llevar el sensor, porque como a mí me horripila y me parece tan poco estético como las Crocs, podría sentirme algo mejor conmigo misma (tengo más problemas de autoestima que de glucosa, por lo que el sensor es la guinda del pastel). Quizás pensar que llevo conmigo el Chanel 2.55 de la salud haga que me moleste menos llevarlo.

Pero cuando un dispositivo cuya finalidad es mejorar la vida de los diabéticos, o ayudar a controlar la glucosa de quienes así lo desean, se convierte en un accesorio más, podemos caer en la trampa de creer que comprando gadgets, podemos solucionar problemas que sinceramente, si no eres diabético, no tienes. 

No quiero ser una diabética gruñona pero es que lo soy, pero cuando tu vida depende de intentar equilibrar los desniveles de glucosa, que por cierto no puedes nivelar como alguien que no es diabético (porque para algo tenemos un páncreas menos funcional que unos Louboutin en el campo), lo que para algunos es un hobby, se convierte en un suplicio.

Los que disfrutan controlando sus niveles de glucosa lo hacen porque pueden hacerlo, y en un momento en el que el control se nos escapa, cualquier forma de poder moderar algo se convierte en un Lexatín improvisado, pero quienes no podemos controlar las cosas porque tenemos una glándula vaga, nos angustiamos.

Así que estimada lectora: si eres de las que aman observar números, te propongo una cosa: hazme un Bizum. 

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