Álex Txikon, ante el desafío inédito del asalto invernal a la cumbre del K2

  • El K2, la segunda montaña más alta del Planeta (8.611 m), también la más compleja de ascender, nunca ha sido coronada durante los meses de invierno.
  • El vizcaíno, con diez ochomiles en su carrera, forma parte de una cordada con el polaco Adam Bielecki y el kazajo Denis Urubko que afronta el reto.
  • "Hablamos de un proyecto de tres meses al acecho, a la espera del momento. Anclarse en expectativas es irrelevante", comenta el  montañero de Lemoa.
  • "Primero vamos a intentar llegar al campo base. Y luego al campo 2. Y así. Paso a paso. Porque cada paso es y será un éxito. No hay ninguna pretensión mayor".
El montañero vizcaíno Álex Txikon, durante una de sus expediciones a las montañas del Karakorum.
El montañero vizcaíno Álex Txikon, durante una de sus expediciones a las montañas del Karakorum.
WEB DE ÁLEX TXIKON
El montañero vizcaíno Álex Txikon, durante una de sus expediciones a las montañas del Karakorum.

No existen dos montañas iguales. Y los dos techos del Planeta, los 8.848 metros del Everest y los 8.611 metros del K2, no son una excepción al aserto. Empezando por su diferente ubicación geográfica, uno en el macizo del Himalaya y otro en el del Karakorum, y siguiendo por su diferente amabilidad, dentro de la dificultad que plantean las dos ascensiones y que en la segunda es extrema y cruel. "El Everest es la montaña más alta, pero el K2 es la más difícil", proclama un dicho muy montañero que refuerza los guarismos de muchas escaladas en el primero y bastante menos al segundo. ¿Por qué subirlos entonces? Las dos cumbres, y todas las de mundo, unidas por una máxima acuñada a requerimiento de un periodista del New York Times por George Mallory, aventurero británico que tanteó el Everest en la segunda década del siglo XX para desaparecer en su intento de 1924: "Porque está ahí". Máximas románticas de un tiempo muy sugerente en un deporte cada vez con menos romanticismo. "La idea, la motivación, es la de seguir los pasos que ellos [Mallory, Irvine y compañía] marcaron, ese gusto por la exploración, por el descubrimiento... Si te fijas en mi currículum, los tiros van por ahí", reflexiona al otro lado del teléfono, entre entrenamiento y entrenamiento, Álex Txikon, quien perdió la virginidad en cuestiones ochomiles allá por el 2003, en el Broad Peak.

Y ahí está el K2, la pirámide perfecta de roca negra ("karakórum" viene a traducirse, precisamente, por "pedregal negro"), de formas soberbias y bien definidas no superadas hasta 1952 por una iniciativa italiana, el Monte Chogori, que se ha convertido en el próximo reto de este montañero vizcaíno. Un experto de los montes que en los dos últimos lustros, con diez ochomiles en su zurrón y mucho  trabajo con Al Filo de lo Imposible y el reto de Edurne Pasaban, se ha hecho un hueco propio en el himalayismo y ahora se ha marcado el objetivo de formar parte de la primera expedición capaz de alcanzar la cumbre en pleno invierno de esta montaña. Un reto inédito en un ochomil canalla, etiquetado por muchos como el más mortal porque uno de cada tres asaltantes se queda en el camino, aunque las estadísticas delaten una mayor crueldad del Annapurna, el primer ochomil coronado por el hombre e inmortalizado por Maurice Herzog en la obra  homónima, lectura indispensable. Una expedición, ésta al K2, compleja; y con mucho de aventura. "Aquí hablamos de un proyecto de tres meses, no de 30 o 40 días como puede durar una expedición más convencional. Tres meses al acecho, a la espera del momento. Anclarse en expectativas es irrelevante", aporta este aizkolari (cortador de troncos) y albañil.

Revitalizando la modalidad invernal

Una iniciativa que no es en sí original, porque el "toque" invernal es algo que ha crecido en las tres últimas décadas, o que se ha revitalizado, y que ha aportado muchos éxitos en los últimos inviernos. "Al K2 ya se han afrontado nueve o diez expediciones invernales, no sabría concretar ahora mismo", comenta Txikon. Pero nunca nadie, pese a esos intentos previos, pudo hollar su cumbre en la más adversa de las estaciones. Ahora, un equipo variado y con experiencia, asume el reto. Txikon formará cordada, entre otros, con el polaco Adam Bielecki y el kazajo Denis Urubko, gran montañero y uno de los más expertos del mundo en estas lides desde su logro de 2009 en el Makalu. "Somos un grupo muy bueno. Y siempre ayuda que el equipo que vaya sea lo más igualado posible. También creo que al final, tras tantos precedentes, y con perspectivas de más en el futuro, ese primer éxito tendrá un poco de lotería; en el sentido de que el equipo que esté allí y tenga las condiciones más favorables, lo logrará".

El K2, para Txikon, es un desafío que aúna lo personal y lo histórico. "Es una montaña que me ha atraído desde pequeño. Me gusta por su estética y por su historia". Por su belleza cruda y por las experiencias de Mari Abrego y José María Casimiro, de José Carlos Tamayo y Sebastián de la Cruz, de Juanjo San Sebastián y Atxo Apellániz. Y de muchos otros que tantearon su dificultad; algunos se dejaron la vida en el intento. "El K2 es una montaña impactante. Cuando la tienes ante ti, y eso no pasa con todos los ochomiles, tienes que echar la cabeza hacia atrás para contemplarlo. Es majestuosa", valora un Txikon para el que será su cuarta experiencia en la segunda montaña más alta de la Tierra. En 2004 alcanzó la cota 7.400. En 2011, tras un viaje en coche desde Vizcaya hasta Pakistán y dos peripecias previas en el Gasherbrum I y el Gasherbrum II, afrontó la vía Cesen para alcanzar el campo 4. En 2013, a través del Espolón de los Abruzzos, renunció en el Campo 2 por la climatología adversa. "Esas experiencias, junto a todo el bagaje acumulado durante años, nos empujan ahora a esto", admite. Fue el primero en el mundo que lo probó en invierno en el Gasherbrum I (2011) y con Bielecki y Urubko formó equipo en el Kanchenjunga la pasada primavera.

¿La última frontera de un deporte?

"Subir el K2 en invierno es la última frontera del alpinismo más extremo", aporta Sebastián Álvaro. "Realmente no creo que tengan más de un 2% de posibilidades de éxito y sí muchas más de tener algún incidente, desde congelaciones a algo más serio. En cualquier caso es lo más serio que se puede acometer hoy en día en el mundo del himalayismo y, a pesar del riesgo y la exposición, es por eso mismo por lo que merece la pena intentarlo", añade consciente de una historia que, salta a la vista, podría servir de argumento para un Al filo...  "Un fallo y estás muerto. El grado de exposición es lo máximo a lo que puede aspirar un alpinista. Probablemente sea una aventura irrepetible. Aquí te juegas unas congelaciones al abrocharte unos crampones", explicaba Álvaro en la sintonía de la Cadena Ser esta semana. Txikon no se asusta con los peligros de sus pendientes (inclinaciones de hasta el 65%) y sus abismos, con sus laderas expuestas a los caprichos de las corrientes que llegan desde el golfo de Bengala y desde Asia Central. Un peligro que descansa desde mucho antes de llegar a un campo base sometido a temperaturas de 20 bajo cero. O más.

"Elegir el invierno ya plantea, desde el inicio, el problema de que todo cuesta más. En lo económico, porque todo es unas tres veces más caro [entre 20.000 y 25.000 euros por persona]. En lo logístico, todo requiere más esfuerzo y tiempo y solo el llegar al campo base ya es una odisea, una pelea de día sí y día también", resume el vasco. La expedición de Txikon afronta el K2 por su vertiente Norte, desde China. "Sí, es más complicada. Y es cierto que el porcentaje de éxitos entre la vertiente sur y la norte está, más o menos, en un 80-90% y un 20-10%. Muy desigual. Pero la elección tiene su lógica, porque estaremos más protegidos del viento". Y recuerda como en experiencia pasadas por la zona, enfrascado en uno de los Gasherbrum, montaña vecina del K2 [y también 600 metros más baja], eran muy respetables los vientos huracanados de más de 100 km/h. "Viento muy fuerte durante las 24 horas del día. Y hasta de 300 km/h", recuerda.

"El equipo viajará muy mentalizado. Yo voy con la mentalidad de aprender, sin más. Primero vamos a intentar llegar al campo base. Y luego al campo 2. Y así. Paso a paso. Porque cada paso es y será un éxito. No hay ninguna pretensión mayor a priori. Y así, con el día a día, la gente de casa también se quedan algo más tranquilos", expone. El invierno impone, pero Txikon no es ningún temerario. En 2013, cuando tuvo que abandonar por cuestiones climatológicas a 7.100 metros, lo tuvo claro. "La montaña ha hablado", recordó entonces. "Con estas condiciones de nieve y desprendimientos, el ataque a cima se puede convertir en una trampa mortal. El K2 siempre va a estar ahí y nosotros debemos interpretar sus señales".

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