Subcampeón del mundo en los 100 metros espalda, a punto de cumplir 25 años y con un sueño desde hace años: ser uno de los mejores nadadores del mundo. Él es Hugo González de Oliveira, el deportista español que vive su particular sueño americano sin perder de vista sus objetivos.
De padre español y madre brasileña, nació en Palma de Mallorca, pero en 2018 puso rumbo a Estados Unidos. Siguió los consejos de Sergi López, medallista de bronce en Seúl 88 y entrenador en una universidad americana.
Él le dio el empujón que necesitaba para marcharse y González se dispuso a cumplir con su deseo de labrarse un futuro profesional al lado de los nadadores más talentos y en las mejores condiciones posibles mientras se adentraba en la carrera de Ingeniería Informática en la Universidad de Berkeley.
En Estados Unidos, a las órdenes de Dave Durban, se codea con estrellas de la natación como Hunter Armstrong, que este martes quedó solo dos décimas por delante de Hugo en Doha, o el campeón olímpico Ryan Murphy.
Hace dos años, tras el Europeo de Roma de 2022, la Real Federación Española de Natación (RFEN) propuso al balear regresar a España con una jugosa oferta. Podía unirse al de Alto Rendimiento de Sant Cugat, en Barcelona, para entrenarse con Ben Titley, el técnico inglés que impulsó la natación femenina de la potente Canadá.
La propuesta española no fue suficiente. Él quería seguir formándose con todo lo mejor y sabía que la natación aquí no puede darle lo que él quiere, a pesar de la apuesta que la RFEN ha ido haciendo en los últimos años.
Decidió no aceptarlo y continuar en Estados Unidos, ayudado por una beca de Iberia, pero sigue siendo parte del equipo español en competiciones internacionales, clasificatorios y concentraciones puntuales. Entre ellas... los Juegos Olímpicos de París.
Para la cita, Hugo González se prepara con un plan basado en objetivos mensuales. Controla sus salidas, su viraje, sus registros en cada tramo... Todos los detalles importan para él de cara a París. Para conseguir medalla piensa ya en superar, al menos, la marca del bronce que dejó su su compañero Murphy en Tokio: 52.70. Otro de sus sueños... ¿a punto?
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