El 23-F: la última crisis de la presidencia de Adolfo Suárez

El ex vicepresidente y teniente general Gutiérrez Mellado es zarandeado por un grupo de guardias civiles, en presencia del ex teniente coronel Tejero (d), mientras el ex presidente Adolfo Suárez (i) intenta socorrerle durante los momentos más tensos del golpe de Estado del 23-F que puso en peligro la incipiente democracia en España.
El ex vicepresidente y teniente general Gutiérrez Mellado es zarandeado por un grupo de guardias civiles, en presencia del ex teniente coronel Tejero (d), mientras el ex presidente Adolfo Suárez (i) intenta socorrerle durante los momentos más tensos del golpe de Estado del 23-F que puso en peligro la incipiente democracia en España.
Manuel H. de León / EFE
El ex vicepresidente y teniente general Gutiérrez Mellado es zarandeado por un grupo de guardias civiles, en presencia del ex teniente coronel Tejero (d), mientras el ex presidente Adolfo Suárez (i) intenta socorrerle durante los momentos más tensos del golpe de Estado del 23-F que puso en peligro la incipiente democracia en España.

Apenas quedaban unos minutos para que su período como presidente terminara, pero la historia aún le deparaba a Adolfo Suárez una última crisis a la que enfrentarse, quizá una de las más trascendentales a las que se tuvo que enfrentar durante su carrera política.

El 23 de febrero de 1981 en el Congreso de los diputados se votaba la investidura como presidente de España de Leopoldo Calvo-Sotelo. Una crisis política, económica y social, la falta de apoyo dentro de su propio partido e incluso la falta de sintonía con el rey Juan Carlos habían hecho que la incertidumbre se apoderara del panorama político, por lo que Suárez tomó la decisión de presentar su dimisión a finales de enero. Entonces afirmaba: "Yo no quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la historia de España".

Tres días antes, el 20 de enero, Calvo-Sotelo no había conseguido la mayoría necesaria para la investidura, motivo por el cual se celebraba aquella segunda sesión, que el teniente coronel Antonio Tejero interrumpió con la intención de iniciar un golpe de Estado, el que se conocería como 23-F.

El papel que jugó el todavía presidente del Gobierno Adolfo Suárez fue el de la dignidad y el del enfrentamiento pacífico con los asaltantes. Entonces, tan sólo Santiago Carrillo y Adolfo Suárez permanecieron sentados en sus escaños mientras el resto de diputados se echaba al suelo al oír los disparos al aire de los asaltantes.

Precisamente fue Suárez el que acudió a socorrer al valiente general Gutiérrez Mellado cuando, al enfrentarse y ordenar a Tejero que dejara las armas, fue zarandeado por los guardias civiles que acompañaban al golpista.

Tras una hora de encierro en el Congreso Adolfo Suárez se levantó de su escaño y pidió hablar con el responsable de la fuerza asaltante. En respuesta se oyeron gritos como el famoso "¡se siente coño!".

El diputado Alfonso Guerra, con motivo de un acto de homenaje a Adolfo Suárez celebrado en 2012 en la Universidad Europea de Madrid reproducía la conversación que el expresidente y Tejero habían tenido en el hemiciclo, poco antes de que el teniente coronel de la Guardia Civil ordenara que encerraran a Suarez y a otros miembros de la Cámara en una sala aparte.

Tal y como se publicaba en 20minutos.es en 2012, la conversación se produjo a iniciativa de Suárez en una salita del Palacio del Congreso adonde les condujo un ujier, que escuchó el enfrentamiento y tomó nota del mismo. Pasados los años, este empleado le entregaría a Alfonso Guerra una transcripción literal de la conversación, que textualmente fue la siguiente:

  • Suárez:  ¡Explique qué locura es esta!
  • Tejero: ¡Por España, todo por España!
  • Suárez: ¡Qué vergüenza para España! ¿Quién hay detrás de esto? ¿Con quién puedo hablar?
  • Tejero: No hay nada de que hablar. Solo debe salir.
  • Suárez: ¿Pero quién es el responsable?
  • Tejero: Todos, estamos todos.
  • Suárez: Como presidente le ordeno que deponga su actitud.
  • Tejero: Usted ya no es el presidente de nadie.
  • Suárez: Le ordeno...
  • Tejero: Yo solo recibo órdenes de mi general.
  • Suárez: ¿Qué general?
  • Tejero: No tengo nada más que hablar.
  • Suárez: Le insisto, soy el presidente.
  • Tejero: No me provoque.
  • Suárez: ¡Pare esto antes de que ocurra alguna tragedia, se lo ordeno!
  • Tejero: Usted se calla. Todo por España.
  • Suárez:Le ordeno...
  • Tejero: Cállese, siéntese y usted (al ujier que escuchó la conversación y se la facilitó a Guerra) fuera.

"Ellos mandan que nos echemos al suelo y yo era el presidente del Gobierno y no me da la gana. El presidente del Gobierno no iba a hacerlo. Entiendo a los demás, si no hubiera sido el presidente hubiera hecho lo mismo", afirmaba Suárez sobre su negativa a agacharse.

"Entonces me surgió una determinación: pensar en cómo, qué y de qué manera puedo hacer algo para esto se consume", rememoraba en una entrevista a TVE en 1995. "Intenté tantear a los guardias para ver qué grado de respeto tenían, pedí tabaco a un ordenanza y no reaccionaron y entonces pedí hablar con el responsable", recordaba.

Poco después Tejero ordenaba la salida y reclusión en diversas dependencias del Congreso de Adolfo Suárez y Manuel Gutiérrez Mellado, así como del presidente de la UCD, Agustín Rodríguez Sahagún, los secretarios generales del PSOE, Felipe González, y del PCE, Santiago Carrillo, y del vicesecretario general de los socialistas, Alfonso Guerra.

Finalmente el golpe de Estado no se llevó a término y el encierro terminaba a eso de las 12 de la mañana del día siguiente. Adolfo Suárez aún fue presidente interino durante 3 días más, hasta que el 29 de febrero se produjo una nueva sesión plenaria y Leopoldo Calvo-Sotelo fue investido como nuevo presidente.

Sobre el golpe del 23-F el propio Adolfo Suárez aseguraba en la citada entravista: "Cuando me encuentro con la entrada de los guardias civiles en el Parlamento el primer sorprendido soy yo". Según se publicó, Suárez había recibido informes en los que se alertaba de grupos de presión que podían intentar dar un vuelco político y de las críticas que despertaba en el estamento militar.

"Si había algún descontento por parte de algunos generales era sobre Adolfo Suárez", aseguraba entonces, a la par que revelaba que  si hubiera "tenido conocimiento de que se iba a producir un golpe no habría dimitido y habría abortado cualquier intento... o me matan, claro".

Suárez elogió en todo momento el papel del rey en aquella crisis: "La aparición del rey paralizó cualquier movimiento de regimientos en cualquier región española", decía y añadía que "transmitió tranquilidad al pueblo español y eso es un tanto muy importante en el haber del rey".

El 27 de enero, el Boletín Oficial del Estado publicaba el cese de Suárez como presidente y la concesión a título personal del título de duque por parte del rey.

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