Juan Luis Sánchez: "La protesta social en red puede transformar las ideologías"

  • Entrevista al periodista Juan Luis Sánchez, autor de 'Las 10 mareas del cambio'.
  • Una lectura necesaria para entender el estallido social surgido tras el 15M y las mareas que desde entonces inundan el "nuevo discurso político".
  • Sanidad, Educación, Transparencia, Feminismo o Tecnopolítica se tratan en la obra.
Juan Luis Sánchez, periodista y autor de 'Las 10 mareas del cambio'.
Juan Luis Sánchez, periodista y autor de 'Las 10 mareas del cambio'.
FOTO: MARTA JARA
Juan Luis Sánchez, periodista y autor de 'Las 10 mareas del cambio'.

"¿Dónde está la democracia?" Se preguntaba esta semana uno de los cientos de miles de tuiteros que desde el martes acompañan sus mensajes con la etiqueta #LeyAnti15M, la respuesta ciudadana creada en las redes sociales al borrador de lo que que será la futura Ley de Seguridad Ciudadana que el ministro del Interior, Jorge Fernández, lleva este viernes al Consejo de Ministros.

Diferentes colectivos interpretan el gesto legislativo como la intención del Gobierno de prohibir y sancionar —con multas escandalosas— las nuevas formas de protesta ciudadana nacidas al calor de la indignación social que esta primavera cumplió dos años. Para muchos, la represión es además un signo de la debilidad de un Estado que desafía a la inteligencia colectiva e invita al activismo social.

Sobre el poder de este activismo social versa el libro del periodista Juan Luis Sánchez Las 10 mareas del cambio, que lleva por subtítulo Claves para comprender los nuevos discursos sociales, una lectura necesaria para entender y recordar el estallido social surgido tras "el terremoto del 15M que a tantos nos ha cambiado la vida, tanto personal como profesionalmente", comenta el autor, subdirector de eldiario.es.

A medio camino entre el reportaje y el ensayo, Las 10 mareas de cambio analiza la creación de una ciudadanía activa en estos años y funciona como una guía para comprender una "nueva narrativa política".

insultar a un policía, realizar escraches o grabar a agentes de seguridad

Ver más en: http://www.20minutos.es/noticia/1981533/0/ley-de-seguridad-ciudadana/autoritarismo/jueces-ada-colau/#xtor=AD-15&xts=46726

¿Cuándo empezaste a recopilar los datos, testimonios y experiencias personales que conforman el libro?

El libro es fruto de todas las vivencias personales y profesionales que he tenido desde el día cero del 15M. Lo cubrí tan de cerca que perdí un poco la perspectiva y me costó días entender que allí estaba ocurriendo algo histórico más allá de la acampada, aunque no tuviera una repercusión inmediata. Yo venía de hacer un periodismo más social y de derechos humanos, y de pronto me vi hablando de política de calle, de nuevos discursos sociales. Esto supuso para mí una experiencia nueva y paradójica porque yo huída del periodismo político, y huyendo de él me encontré de bruces con el periodismo político.

¿Cuál era tu principal objetivo al redactarlo?

Primero no esperar más a la hora de poner en un libro todo eso que no había publicado sobre los nuevos discursos sociales; segundo, no hacer un libro sobre manifestantes, sino un libro sobre discursos, sobre pensamiento; tercero, compensar un poco la sensación de derrota absoluta que tiene mucha gente porque no es cierta, sí que hay espacios que han sido ganados por esos discursos; y en cuarto lugar, ayudar a esa gente que sí que siente que están pasando cosas a contarle a otras personas a través del libro que algo está cambiando.

Es decir, pasar la palabra...

Sí, pero pasar la palabra más allá del fetichismo de si la manifestación es más grande o más pequeña, más allá del fetichismo de si cambiamos o no el sistema,  y especialmente trasmitir que hay un cambio de cultura política, que existe una generación entera que estaba absolutamente despolitizada y que de pronto se ha repolitizado gracias a un nuevo discurso con un punto de seducción para la política totalmente nuevo. Esa gente vive la política de una manera diferente y eso tendrá consecuencias sociales, aunque no sea mañana. Vamos, que debería haberlo escrito antes (risas).

¿Las mareas son hijas de esa seducción de volver a hacer política en la calle?

Las mareas no habrían nacido sin el 15M, pero se deben a una red de factores: el cabreo digital global que surgió al calor de Wikileaks y que guarda relación con el 15M, el músculo digital de protesta que se emprende con la oposición a la Ley Sinde, la Primavera Árabe, la crisis, y en medio de todo eso, como otro factor clave,  la democratización de la palabra, de la política y la actividad social a través de Internet. Antes había que acudir a grandes estructuras sindicales, políticas u ONG para convocar manifestaciones, compartir ideas o expresar pensamiento político, ahora eso se puede hacer en una red de afinidades mucho más líquida gracias a la Red. Sin esa nueva forma de relacionarnos online y offline, porque es una combinación de ambas cosas (matiza), no habría sido posible el 15M, ni tampoco las mareas.

¿Qué diferencia las mareas de las formaciones políticas clásicas?

En la marea la sociedad defiende un bien común, ya sea sanidad, educación o el derecho a la vivienda o a reclamar transparencia a las administraciones públicas. Lo importante no es el puesto de trabajo del médico sino la salud de los ciudadanos, pero para que todos tengamos un buen sistema de salud un médico debe tener un buen puesto de trabajo, esa es la reformulación. Ese cambio de orden lógico conquista muchas más personas que otro tipo de lógicas más tradicionales, aunque no digo que haya que desecharlas. Las mareas suponen un proceso de participación social mucho más abierto, más líquido, con sus cosas buenas o malas pero diferente, y este proceso se ha demostrado mucho más eficaz en estos años que la política tradicional, que está muy desorientada.

Hace quince días el programa de Ana Pastor  dedicó un espacio a los miles de españoles exiliados por la crisis: la 'Marea Granate' (por el color del pasaporte) ¿Pensaste alguna vez en esta marea como en las otras?

En el libro hay cosas que quizá no responden a la idea que tenemos de marea, sino que son propuestas. Por ejemplo, la marea de la transparencia o de la tecnopolítica son mareas de comportamiento no de causa, son gente que está reivindicando derechos de manera ideológicamente transversal pero no soy iguales a la marea verde. Son propuestas de discursos sociales que se abren camino y que responden a esa nueva forma de vivir la política. Y luego hay cosas que están fuera del libro y que bien podrían estarlo porque son igualmente importantes, como la marea naranja de los trabajadores sociales o la marea granate de la gente que se exilia.

¿Qué marea crees que ha logrado más resultados tangibles?

Probablemente la marea blanca y la marea azul porque ambas han conseguido generar inseguridad jurídica a decisiones políticas muy importantes que se estaban tomando. La primera logrando procesos de privatización paralizados en los tribunales; y la segunda con la directiva europea del agua, que ha tenido que sacar ciertas cláusulas que invitaban a los países a privatizar el abastecimiento del agua, porque hay una Iniciativa legislativa ciudadana europea que ha conseguido más de un millón de firmas en once países de la Unión necesarias para debatir el asunto en Bruselas. En términos cuantitativos, ambos procesos de paralización son grandes éxitos de estas movilizaciones.

¿Y a nivel cultural?

En términos conceptuales o culturales, lo que ha pasado con los desahucios ha sido realmente muy importante. En 2011 e incluso en en 2012, yo todavía escuchaba a la gente decir en debates en la radio que si un inmigrante ecuatoriano había sido desahuciado por no pagar la hipoteca la culpa era tan suya como del banco, y que la gente que se ponía en la puerta de una persona para impedir un desahucio eran nada menos que  delincuentes atentando contra la autoridad de la policía. En dos años, hemos pasado de eso a que las personas que se ponen delante de la puerta de alguien a parar su desahucio sean consideradas casi  héroes sociales y a que  todos tengamos muy claro que la cultura del riesgo fomentada  por los poderes políticos  y económicos ha sido lo que nos ha llevado a la sangría diaria de desahucios.

La "la rebeldía de lo normal" de la que hablas en el libro para explicar cómo el movimiento de la PAH ha logrado desplazar la línea de lo legítimo hasta más allá de lo legal...

Sí, es la idea de saltarse la ley por una causa más justa que la propia ley, ése es un logro suyo y es importantísimo. Este cambio cultural logrado gracias al movimiento ciudadano de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), ha hecho que, salvo excepciones, la gran parte de nuestra sociedad haya asumido en primer lugar que se abusó con las hipotecas basura y, en segundo lugar, que hoy se legitime (con un respaldo del  80% de los ciudadanos según el CIS), "lo ilegal" en el papel, es decir, que se considere legítima la resistencia a la autoridad en virtud de los derechos humanos y el derecho a la vivienda. Es ese 'clac' mental lleva a la gente a decir: 'Yo no sé si eso es legal o no, pero me da igual'. Esto es la mayoría de la sociedad aprobando el derecho a la desobediencia civil.

Dedicas un capítulo a la Marea Feminista en la que hablas de "nuevos roles de masculinidad".

Como muchos hombres yo soy un feminista inseguro: los hombres que tenemos un interés real en el feminismo somos presa también de toda la carga cultural, por eso necesitamos construir nuevos roles de masculinidad, porque sino la que sufre es la sociedad en la que vivimos. En lo político, creo que la izquierda tradicional española en los últimos 30 años ha olvidado luchar en esta idea, y ha sido muy machista sin admitirlo nunca. Con independencia de las contradicciones personales que todos tenemos, especialmente los hombres —que a veces somos feministas por conveniencia u olvidamos serlo cuando más toca serlo—, el reto es construir un discruso feminista sincero que también hable de las formas, de los espacios de representación y de cómo se ganan en la sociedad civil.

¿Qué papel juega Internet en las mareas?

Es transversal a todo. Hay gente que es muy escéptica con respecto a Internet mecionando la brecha digital por ejemplo, pero no es una cuestión de creer o no en sus bondades, sino de asumir que supone una revolución de paradigma que está aquí. El mercado ha entendido muy bien de qué va esto de la sociedad en red, pero la política no ha entendido nada y los medios de comunicación tampoco. Internet supone la capacidad de relacionarnos con personas que están fuera de nuestro entorno inmediato, lo cual significa que nuestra capacidad de participación y de incidencia pública se ha multiplicado. Esto, que ya está teniendo consecuencias, políticamente también las va a tener porque la protesta social en red puede transformar ideologías.

En el libro hablas de un nuevo rol del periodista y recuerdas la responsabilidad social de los medios...

La información en el escenario digital es como una pelota a la que entre medios y sociedad damos forma, porque ahora la gente puede ser más crítica con los medios y señalarles si están haciendo algo mal. Para el periodista esto supone una relación mucho más abierta, cercana y directa con la sociedad, donde la prensa tiene que ser mucho más humilde de lo que ha sido hasta ahora. Durante años nos hemos estado comportando como guardianes de la verdad, decidiendo lo que podía ser debatido y lo que no, pero Internet ha cambiado las reglas. Ahora la prensa deja de gestionar la escasez para gestionar el tuit, pero eso no significa dejar de ser importante, al contrario.

¿El periodismo también debe escuchar más a la calle?

Yo creo que en el "No nos representan" había un mensaje no sólo dirigido a los partidos políticos sino a todas las instituciones de la sociedad política y ahí también están los medios.

En el capítulo sobre la tecnopolítica citas al activista Javier Toret para explicar que "la tecnopolítica no va sobre ocupar las redes digitales sino sobre usarlas para asaltar el mundo físico" ¿Qué opinas de las voces críticas con la política del 'clic'?

La tecnopolítica es la participación de los ciudadanos en el debate público a través de la tecnología, así que retuitear hoy es hacer política. Lo es porque es más que la nada y lo es porque muchas de estas personas que participan en la política a través de la red vienen del silencio y son gente que gracias a Internet está dándole salida a su pensamiento político. No podemos pensar que porque militar en un partido y organizar manifestaciones es lo que se ha hecho toda la vida para participar en política es lo único que funciona hoy.

¿El fetichismo de la manifestación?

Se han superado las barreras físicas. Ya no hace falta que nos juntemos todos en una plaza para que quede claro que hay mucha gente que piensa algo, por muy mediático y simbólico que esto sea. La forma de expresar el descontento político ahora se puede medir cuantitativa y semánticamente online porque en la Red hay gente diciendo cosas y eso queda registrado. Otra cosa es sobrevalorar la eficacia de un trending topic o un artículo, pero esto no significa en ningún caso que la política en red no tenga valor.

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