Borja Terán Periodista
OPINIÓN

La receta de pastel que llevó a un éxito inmortal a 'La bola de cristal'

Lolo Rico pensaba la televisión como una gran tarta llena de texturas y aromas. Y así lo explicaba.
Foto de 2003 de la periodista y realizadora de TVE y directora de 'La Bola de Cristal', María Dolores Rico Oliver.
Foto de 2003 de la periodista y realizadora de TVE y directora de 'La Bola de Cristal', María Dolores Rico Oliver, Lolo Rico.
EFE
Foto de 2003 de la periodista y realizadora de TVE y directora de 'La Bola de Cristal', María Dolores Rico Oliver.

Lolo Rico pensaba la televisión como una gran tarta llena de texturas y aromas. Y así lo explicaba. Y así dirigió La bola de cristal (1984-1988). Para ella, elaborar un programa de televisión era como hornear un pastel en el que no bastaba con un sabor. Al revés, siempre era mejor preparar varias capas de bizcocho, de crema, de nata, chocolate, de mermelada de frambuesa y una buena diversidad de coberturas. Quizá un espectador sólo mordería la guinda, pero seguro que otros tendrían una boca de curiosidad tan grande capaz de abarcar todas las sensaciones.

Con tal alegoría, Lolo Rico defendía la televisión que moviliza los sentidos de un público que es inteligente pero al que, a veces, muchas veces, es tratado con simpleza. "Esto no, puede molestar a alguien", "este no, no le conoce nadie", "esto no, es demasiado profundo", "Esto no, no se va a comprender". Como si en la vida cotidiana entendiéramos todo a la primera. 

En la realidad y en la ficción, las buenas historias crecen entrelazando referencias explícitas e implícitas. Referencias que, captemos o no, toman el pulso a la sociedad con la disrupción cómplice que nos descubre, que nos despierta, que nos motiva. La bola de cristal no se paralizó ante los prejuicios hacia la niñez y tuvo claro que la creatividad infantil va muy unida a la imaginación crítica que desmonta las aprensiones que interiorizamos mientras nos hacemos mayores. 

De ahí que el programa La boda de cristal visto hoy siga tan vigente. Porque entiende la realidad desde la profundidad y no desde el volátil ruido ambiente de cuando se emitió, como pasaría con tantos programas centrados en los vaivenes de la viralidad actual. Era un programa que no compraba discursos, no se quedaba en la guinda de la superficie. Quería ser la antítesis de un producto prefabricado. Lolo Rico buscaba al ciudadano, no al consumidor. Se cuestionaba las frases hechas, los eslóganes y los estereotipos. Se hacía preguntas desde los recodos de la vida, que no cambian tanto aunque cambiemos mucho.

La bola de cristal puso a Alaska a hablar de machismo afeitándose la barba, La bola de cristal cantó canciones sobre la pereza en clase, La bola de cristal afrontó la venganza, La bola de cristal enseñó la explotación laboral "trabajar me llena de alegría, es electrizante, no tienes tiempo de enamorarte y, además, te mueres antes", La bola de cristal reflexionó sobre la juventud perdida, La bola de cristal nos ayudó a empezar a desaprender todo lo que estaba normalizado y no era nada normal. Como mucho paranormal. Nos enfrentó a las realidades de un país a través de la retranca de la imaginación, que siempre será una buena forma de resiliencia ante las crudezas: "Usted tiene que desarrollar su mente, su creatividad. ¿Usted, sabe barrer? Pues barra, en esa oficina hay una escoba y una fregona. Limpie, limpie...". 

Lolo Rico no reprodujo aquello que nos habían insistido que debía ser un programa infantil y decidió pensar en grande. Mejor intentarlo, que empezar creyendo que jamás te entenderán. Pero la entendieron. Vamos que si la entendieron. Es más, su capacidad para no dirigirse a niños y adultos, sino hablar a personas desde la honestidad de la creatividad hace que La bola de cristal continúe siendo igual o más disfrutable que sus años en emisión. La sociedad ya no es la misma, no, pero los ideales de la literatura de la tele de Rico son infinitos. Porque su autoría consiguió inmortalizar en aquella TVE los matices relevantes de la convivencia que es la vida, con tantas dudas, con tantas avaricias, con tantas músicas, con tantas vulnerabilidades, con tantos cuidados, con tantas emociones. Una vida en la que solo no puedes, con amigos sí. Su tarta no se permitió escatimar en sabores.

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