Todo cambia. El nuevo programa de Ana Blanco va de eso, de salir del plató del Pirulí para atisbar cómo cambiamos a pie de calle. Esta semana, cómo hemos cambiando en la manera en la que nos relacionamos con la información y las pantallas por las que nos llega. De un viejo tele-club que ha reabierto en Cantabria, aquel lugar en el que había que reunirse para poder ver la tele cuando no todos tenían tele en casa, a las creadoras de contenidos de Ac2ality, que traducen desde un chalet las noticias de los medios tradicionales a los lenguajes de TikTok. No son periodistas, dicen no querer serlo, pero de ahí que quizá tampoco valoren la relevancia de citar las fuentes originales de las que procede aquello que replican con narrativas de impacto.
Hemos pasado de la información descubierta en congregación a la información que consumimos en nuestro propio móvil. Lo que también define el individualismo en el que nos estamos encerrando. "Nos informamos de lo que queremos", atina una joven que entrevista Ana Blanco en el madrileño parque Tierno Galván. De hecho, a menudo, corremos allá donde sabemos que nos van a dar la razón. Así nos vamos quedando autoconvencidos en burbujas de afinidades, especulaciones y deseos en una sociedad hiperconectada que abruma. También los propios periodistas. Cuando crees que has aprendido a utilizar una red social ya ha cambiado su manera de uso.
Por suerte, el formato de Ana Blanco ha contado con Rosa María Calaf para aportar la luz nítida de su sabia y tranquila experiencia. Ella no corre en una sociedad con cada vez menos margen para pararse a pensar: "El proceso de elaborar la información tiene unos tiempos. Tiempo para análisis y la reflexión". Pero hoy manda el algoritmo de 'última hora' que jerarquiza la información. Tiene más poder que un editor tradicional.
La prisa nos aturde. Vivimos de sobresalto a sobresalto, sin diferenciar muy bien qué es lo relevante y qué es bulla. El exceso de información termina siendo ruido. "Nunca hemos tenido una sociedad tan mediatizada", subraya Calaf. Cada frase que verbaliza, una puntada con preciso hilo del que tirar para reflexionar: "Primamos lo que impacta sobre lo que importa. Es más importante el relato, cómo cuentas las cosas, que los hechos reales. Y es más importante las percepciones, lo emocional, que los datos. Se va únicamente a la emoción, y la emoción no se puede sostener mucho tiempo", explica.
Y, entonces, es fácil percatarse de que quizá no hemos cambiado tanto como creemos. Tecnológicamente sí, pero buen y mal periodismo ha existido siempre. Incluso imágenes manipuladas han existido cuando ni siquiera había inteligencia artificial. La diferencia es que ahora la prisa nos abruma y nos impide matizar con la perspectiva de la reflexión que se toma su tiempo. Entonces, aparecen programas como el de Ana Blanco y te das cuenta de que, una vez más, vuelve a ser falso el cualquier tiempo pasado fue mejor. Ahora contamos con una libertad de prensa imparable, sólo hay que impulsar la alfabetización mediática para que todos tengamos la misma capacidad de discernir entre vehemencias e información. Y en TVE siguen existiendo puntos de encuentro que priman como nunca lo que importa sobre lo que impacta.
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