Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El pésimo uso de 'todos son iguales'

La luz y las sombras del día rompen la aparente igualdad de las líneas blancas de un paso de peatones.
La luz y las sombras del día rompen la aparente igualdad de las líneas blancas de un paso de peatones.
Borja Terán
La luz y las sombras del día rompen la aparente igualdad de las líneas blancas de un paso de peatones.

Siempre está aquel que se ampara en "todos son iguales" con el objetivo de mirar para otro lado en los desmanes de la política. La generalización siempre es peligrosa, pero qué curioso que aquel que grita "todos son iguales" suele ser el mismo que se echa las manos a la cabeza cuando se pelea por una igualdad social real a través de medidas que equiparan derechos en los que no, no todos somos iguales.

No todos somos iguales para mal, y para bien. Porque el término igualdad atesora muchas texturas, muchos significados, incluso algunas contradicciones. Es una palabra rica, poderosa, motivadora. Aunque cuidado con quien utiliza 'iguales' para desmotivar a la sociedad y desactivar a un tipo de votantes.

Cuidado, con los que adulteran el valor de palabras esenciales. Ahora parece que se impone el discurso de que todos los políticos crispan, polarizan, dividen. No es cierto. No todos son así. No todos confunden gestionar con tensionar. No todos confunden ideología con imponer.

Otra historia es que nos paramos a escuchar lo que nos indigna más que lo que nos aporta. Los algoritmos de las redes sociales amplifican y promocionan los mensajes sobreactuados. Son los que se mueven más rápido por la viralidad. Los discursos populistas son fáciles de posicionar, pues motivan el ruidoso aplauso de los fans acérrimos de los partidos que siempre bailan hacia donde se les guía y, a la vez, arrebatan a aquellos usuarios críticos a los que les ofende la demagogia barata. Y, entonces, se ponen a intentar rebatir la mentira. 

Pero en la mecánica de las redes sociales, replicar frenéticamente puede alimentar el mensaje que quieres denunciar. A más irritación, más grande se hace la proclama. Un perverso efecto boomerang, en donde lo simple nos atraviesa, mientras que los argumentos cargados de los matices de la vida ni los sentimos cerca porque demandan cierto tiempo para ser entendidos. Tiempo del que no disponemos en la velocidad de visionado de las redes sociales, plataformas y resto de pantallas por donde las imágenes y sus polémicas corren tanto que cuando quieres pensarlas ya estás en otra imagen y otra polémica. Y las ideas van más despacio que las imágenes. 

Vivimos a golpe de eslóganes. "Todos son iguales" es un buen eslogan. Sólo tres palabras. Tres palabras simples, cortas, rotundas. Pero nosotros como sociedad ni somos simples ni cortos ni siquiera rotundos. Qué no nos abrevien, que somos plurales hasta para ser iguales.

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