Borja Terán Periodista
OPINIÓN

'Masterchef' y el discurso del legionario terraplanista en el 'prime time' de TVE: "No creo que sea redonda"

David, legionario, aspirante a terraplanista y a Masterchef.
David, legionario, aspirante a terraplanista y a Masterchef.
RTVE
David, legionario, aspirante a terraplanista y a Masterchef.

"¿Y de la Tierra qué sabes?", pregunta Jordi Cruz"No creo que sea redonda. No sé con ciencia cierta cómo es, la verdad. Pero yo por lo que puedo apreciar todos los días subiendo a la montaña, tengo claro que no está a 150 millones de kilómetros del Sol", responde David, legionario y primer concursante de Masterchef 12.

Sí, porque Masterchef ha vuelto con 12 ediciones a sus espaldas. Muchas vidas para un programa de televisión. El espectador ya se las sabe todas y la nueva temporada del reality ha ido directa a dibujar personalidades contundentes para atrapar a la audiencia con la fuerza de las extravagancias más que de los talentos para el guiso. 

Así el reality ha iniciado etapa con el concursante aparentemente más polémico. No había minutos que perder. Primera, y en la frente. La pregunta de Cruz no era ingenua. Al contrario, "Y de la Tierra qué sabes" era el anzuelo para descolocar e hilar con poderío el delirio. Al final, en Masterchef son maestros para jugar con nuestras expectativas e incluso prejuicios. De esta manera, el programa logra tejer un atónito relato que casi impide parpadear, a pesar de la larga duración de cada entrega. Y los miembros del casting están elegidos con una historia personal o carácter singular para remover emociones, cada uno a su manera.

El problema es cuando las conspiraciones no quedan desmontadas. Y el golpe de efecto como reclamo puede terminar en el camino fácil de una romantización de los conjetureros. La tele pública debe estar para inspirar desde el entretenimiento, no para promocionar la ignorancia hueca. Pero para un reality sigue siendo más sencillo acudir al reclamo de "no creo que sea redonda (la Tierra)" porque hablamos más de lo que nos indigna que de lo que nos aporta. Al menos, en la viralidad que promociona aquello que debate. El programa lo sabe, lo explota y hasta pone música cómica debajo de la explicación terraplanista sin pies ni cabeza del concursante con el objetivo de remarcar lo delirante del momento.  

Sin embargo, no basta con una jocosa banda sonora como sonido ambiente. A la sonrojante respuesta de David se le debería replicar también verbalmente. En su lugar, sólo se responde con las risas condescendientes de un jurado.  Porque rebatir requiere argumentos y los argumentos científicos necesitan un tiempo que el reality show teme y un conocimiento que tampoco va con los jueces. En cambio, el desvarío es breve y magnético. Es un mero gag. Y encima lo cuenta un legionario. Todos los ingredientes para la carcajada. Tal vez ya deberíamos saber que el mejor humor es el que empieza en uno mismo. Reírse de la ignorancia es otra cosa, es mofa. También cuando la risa es nerviosa, fruto de la perplejidad. Entonces, sólo delata la condescendencia que llevamos dentro para sentirnos superiores al resto. Podemos reírnos del legionario como en la tele de los 2000, o preocupados por quedarnos siempre fascinados por la conspiración. Aunque sea desde la irritación.

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