Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Los valores de Ana Blanco que no debe perder el Telediario y TVE

Forma parte de nuestra vida, como Matías Prats, María Escario, Olga Viza o Pedro Piqueras.

Ana Blanco en una foto de archivo del Telediario
Ana Blanco en una foto de archivo del Telediario
TVE
Ana Blanco en una foto de archivo del Telediario

Sólo escuchar su voz ya remite a una sensación de confianza. Ana Blanco deja el Telediario tras tres largas décadas al frente de los informativos de Televisión Española. De hecho, es el rostro periodístico que más tiempo se ha mantenido en las noticias de una misma cadena de televisión generalista.

Su primera vez fue en 1990, junto a Francine Gálvez. Una pareja de mujeres dando las noticias era una especie de revolución. Se rompía el "equilibrio" del binomio hombre y mujer. Desde entonces, ha cambiado mucho la manera de narrar la información en la pantalla. Pero Ana Blanco ha seguido ahí, coherente, sin que su forma de ejercer la comunicación envejeciera con los años. Su actitud siempre ha proyectado valores de honestidad, modernidad y juventud. Aunque evidenciara que no estaba demasiado cómoda teniendo que caminar por la escenografía mientras contaba una noticia.

Porque ahora los presentadores se mueven, y mucho. No vaya a ser que el espectador se aburra. Error. Blanco recuerda que favorecer la escucha de la audiencia no tiene nada que ver con menearse más o menos. Al contrario, a veces los aspavientos son contraproducentes y espantan a un público que se pierde con tanto paseo. La audiencia de La 1 prefiere rostros que aporten perspectivas a la que otros no llegan.

En tiempos en los que el espectador recibe constantemente impactos de noticias anónimas que, a menudo, son especulación disfrazada de información, Ana Blanco representa hacia donde va el periodismo en los medios de comunicación tradicionales: el periodismo con autoría. La audiencia demanda prescriptores en los que poder confiar. La credibilidad de saber quién te lo va a contar y cómo te lo va a contar es un valor añadido.

Pero para construir prescriptores reconocibles hace falta que tengan tiempo para generar rutina. Ana Blanco es el máximo ejemplo de estabilidad en La 1, apuesta segura para Telediarios y retransmisiones oficiales. Porque no necesita el alarmismo para destacar. Su talento se basa en la prudencia, otro de los grandes pilares del periodismo que se está olvidando. En su trayectoria, Blanco ha incidido en esa precaución, compartiéndola con honestidad al espectador. Incluso en las emisiones en directo más tensas, como fueron los atentados del 11 de septiembre donde mientras algunos caían en dramáticos y morbosos lugares comunes que no llevaban a ningún sitio, Ana Blanco desde La 1, al igual que su compañero Matías Prats desde Antena 3, ordenaba las ideas para que la estupefacción no engullera la veracidad.

Se habla mucho del peinado de Ana Blanco, también coherente con el avance de los años, pero su carisma real siempre ha estado en su manera pedagógica de explicar la actualidad. Muchas veces se confunde carisma con histrionismo. Ana Blanco recuerda que el carisma depende, va más unido a otros factores. De ahí que durante años haya sido la presentadora de TVE que los espectadores más respetan. Así lo decían estudios de la propia cadena pública, así ha ido esquivando los cambios políticos que arrasan con todo. Tocar a Ana Blanco sonaba a perder credibilidad.

Los vaivenes de la política nacional han dificultado que TVE encuentre su estabilidad para crecer a medio y largo plazo con un proyecto creativo definido que cuide a profesionales con autoría que se asocien a la rutina de la cadena. Ana Blanco ha sido la excepción. Carismática excepción. Aunque no represente el estereotipo de "carisma" en épocas en las que la televisión está sumida en estereotipos. Quizá también se nos está olvidando que el carisma se sustenta más en lo que distingue que en lo que iguala.

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