GH Dúo ha vivido dos finales, como homenajeando al propio nombre del programa. La primera, anunciada para el pasado jueves, acabó sin ganador por problemas en la aplicación de las votaciones. Así que se decidió estirar el suspense hasta el domingo, donde se debía emitir un debate sobre esta edición del concurso, pensado para ser grabado el mismo viernes.
Al final, Marta Flitch condujo otra gala en directo. Esta vez, dominical. Sin demasiado contenido. Toda la noche sostenida en ver quién se llevaba el maletín con 50.000 euros y poco más. Todo contado en un decorado que se veía raro. El motivo: Telecinco ya estaba preparándose para el estreno este jueves de Supervivientes, con Jorge Javier Vázquez. El oscuro escenario del plató del último Gran Hermano ya había sido cambiado. Aunque se había tapado con un vinilo que simula la anterior escenografía. También se ha desmontado el caminito central de baldosas de cristales. En su lugar, una pantalla.
Con la casa a media mudanza, la segunda final de GH Dúo ha sido un show para aquellos que tienen un máster en el reality show de Mediaset. El programa ha evidenciado, una vez más, que necesita abrirse con más fuerza a otros mundos que están fuera de la inercia de Telecinco, cadena que quiere ser diferente pero que no encuentra la puerta para salir de su propia burbuja. Sin embargo, los últimos segundos del espectáculo han vuelto a demostrar el músculo de la factoría GH.
Mientras otros concursos de la cadena, como Bailando con las estrellas, acuden constantemente al fácil gran plano general que muestra todo, pero casi impide ver la emoción en el rostro de los bailarines, el desenlace de GH Dúo ha cuidado en su adiós una realización que se fija en lo único que tiene un juego de convivencia: la expresividad en primer plano de sus concursantes y su ganadora, Lucía Sánchez.
"Y, a vosotros, la soberana, muchas gracias por acompañarnos, no lo olvidéis, sois el ojo que todo lo ve, sois Gran Hermano. Hasta muy pronto", concluyó Flich. El formato intenta cerrar la trama con emoción. Y lo consigue, pues no se queda en un plano general de un plató que ya está pensando más en Supervivientes que en Gran Hermano. La realización acude a lo esencial, dejar respirar la imagen de los sentimientos de los protagonistas. Tan obvio y tan olvidado en la tele de hoy.
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