VICENTE VALLÉS. PERIODISTA
OPINIÓN

Sánchez y la temeridad

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en distintos momentos del debate y la votación de investidura.
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en distintos momentos del debate y la votación de investidura.
EFE
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en distintos momentos del debate y la votación de investidura.

En nuestro tiempo, la política ya no es tanto una actividad mediante la cual se busca resolver los problemas de la gente desde el poder. Es, sobre todo, la búsqueda del poder, alcanzarlo y mantenerlo todo el tiempo posible. Y eso es cada vez más complejo.

Años atrás, cuando solo teníamos dos grandes partidos, se alcanzaba el poder ganando las elecciones. Ahora, con cinco grandes partidos, ganar no es suficiente. Ni siquiera es imprescindible. Conquistar el palacio de la Moncloa se ha transformado en una aventura a través de vericuetos insondables, en los que te ves obligado a congeniar con incómodos compañeros de viaje.

Pedro Sánchez, con ese estilo tan suyo de hacer política temerariamente, ha dejado pasar casi tres meses desde las elecciones generales, y solo después de perder la primera votación de investidura ha decidido negociar a todo tren en solo dos días una legislatura de cuatro años para un dificilísimo gobierno de coalición.

Justo antes de que empezara la sesión de investidura del pasado lunes, Sánchez ya había forzado la renuncia de Pablo Iglesias a ser ministro. Es lo que uno de los analistas de Moncloa ha descrito con un símil ajedrecístico: Podemos está en jaque mate desde que dejó caer al rey, entiéndase a Iglesias. A partir de esa circunstancia, Sánchez cree estar al mando del relato, y los modernos dicen que en estos tiempos, el relato lo es todo en política.

Sánchez había tenido tres meses para decidir qué hacer con Iglesias. ¿Dentro o fuera? Es el dilema con el que se encontró el presidente de Estados Unidos Lyndon B. Johnson en 1963, cuando sucedió abruptamente a Kennedy después del atentado de Dallas. Johnson tenía que decidir qué hacer con el inquietante director del FBI J. Edgar Hoover. Le quería fuera, pero aplicó un criterio muy propio del cinismo que habita en la política: "Prefiero que esté dentro meando hacia fuera, que fuera meando hacia dentro".

Sánchez optó por dejar fuera a Iglesias cuando aún no sabía si Podemos aceptaría estar dentro. Juego táctico. Temeridad. Pero después se encontró con el disparo de Iglesias en el Congreso cuando, incluso antes de la primera votación, le espetó que "usted sin nosotros no será presidente del Gobierno nunca". Maldición en el hemiciclo.

Y todavía nos queda otoño. "El otoño nos complica la vida a todos", auguró el visionario Gabriel Rufián, en referencia a la sentencia del procés, que se conocerá por entonces. A los independentistas se les complicará la vida. Y al Gobierno, con o sin Podemos, en funciones o en el pleno ejercicio de ellas, también se le complicará. A España, en su conjunto, seguro. Como dice una canción de Green Day, "wake me up when September ends" [despiértame cuando termine septiembre].

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