VICENTE VALLÉS. PERIODISTA
OPINIÓN

La política y la verdad

Vicente Vallés
Vicente Vallés
20 minutos
Vicente Vallés

Es una desgraciada realidad que se ha establecido la costumbre de que los políticos pueden mentir, sabiendo que mienten, y a sabiendas de que los demás sabemos que mienten. Y no pasa nada.

El último hallazgo de este desconsiderado comportamiento lo ha protagonizado la vicepresidenta Carmen Calvo cuando, preguntada por un periodista sobre el cambio de opinión de Pedro Sánchez al respecto de si los independentistas son rebeldes o sediciosos, nos ha dicho que el presidente no había variado de criterio porque, cuando opinaba lo contrario de lo que opina ahora, no era presidente. Es una nueva aportación a la ciencia política. Pero no la única.

Otra, y muy destacable, es la gestión del Gobierno con los huesos de Franco. El presidente, cuando ya lo era, prometió sacarlos del Valle de los Caídos en junio. Pasado el mes de junio, prometió hacerlo en julio. Y antes de que terminara julio prometió que el evento ocurriría antes de que termine el año. Ahora que el año se acerca a su final, el problema ya no es solo sacar los huesos de allí, sino que la familia no los entierre en la catedral de La Almudena.

El plan para desenterrar al dictador no se diseñó bien, porque aún no se ha producido tal acontecimiento. Pero aún peor se diseñó el siguiente paso: qué hacer después. Sánchez actuó como un ajedrecista principiante, que mueve un peón sin pararse a pensar que el rival está a punto de ponerle en jaque.

En la acera de enfrente, el PP se lanzó a exigir responsabilidades políticas a la ministra Dolores Delgado cuando se filtraron los audios de sus conversaciones con el excomisario Villarejo. Y tenían razón en exigirlas, porque Delgado tuvo serios problemas para decir una sola verdad al respecto durante varias semanas. Pero la razón se pierde cuando aparecen grabaciones del mismo excomisario con otra Dolores, De Cospedal, que resulta ser diputada popular.

De repente, cambia el criterio sin necesidad de que Pablo Casado haya pasado de ser líder de la oposición a presidente del Gobierno, algo que Sánchez sí utiliza como excusa, aunque resulte grotesca. Casado considera que el episodio de la exnúmero dos del PP pagando a un policía corrupto para que espíe a otro compañero de partido (Javier Arenas) no merece una exigencia inmediata y pública (no solo privada) de abandono del escaño.

En el noroeste, los dirigentes independentistas reconocen ahora, después de todo el destrozo causado, que en realidad la proclamación de la república era simbólica, un brindis al sol, porque iban de farol (exconsejera Ponsatí). Engañaron a su gente.

Y así pasan los días, y los gobiernos, sin que hayamos conseguido que se conviertan en parte sustancial de nuestra democracia la verdad, el reconocimiento de los hechos evidentes y la asunción de responsabilidades cuando corresponde asumirlas.

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