HELENA RESANO. PERIODISTA
OPINIÓN

¿Les abrimos por fin la puerta?

Muere más gente de la que nace. Es lo que se conoce como un crecimiento vegetativo negativo. Y esto no había ocurrido en nuestro país desde los años posteriores a la Guerra Civil, desde 1941.

El dato es preocupante, sobre todo ahora que estamos intentando averiguar cuál es la fórmula mágica para que nuestra generación consiga llegar a la edad de jubilación (parece que esto es ya una odisea escuchando las propuestas que surgen de organismos como la OCDE o el FMI) cobrando una pensión. Es triste, pero cada vez asimilamos de una forma más natural que lo de cobrar una pensión va a ser algo anecdótico. Que hemos cotizado durante años para nada. Y los datos demográficos han venido para... ¿darles la razón? Espero que no.

Esta caída en picado de la natalidad hay que leerla con mil pies de página. Son muchos los factores que influyen para que parejas jóvenes no puedan y ni siquiera se planteen ser padres. Con sueldos de mileuristas los números no salen. Y con contratos temporales, que duran días o con suerte meses (los de la temporada de verano en muchos casos), menos aún. Las mujeres están peleando por hacerse un hueco en el mercado laboral, por que no les penalice el hecho de que su edad y la posibilidad de ser madres no les pese más de lo debido, no les reduzca su sueldo ni las horas que son contratadas.

En Estados Unidos han empezado a incentivar que sus empleadas retrasen la maternidad. Grandes firmas incluyen en los contratos financiación para que ellas puedan dedicarse a tiempo completo a la compañía y pasados unos años, cuando se hayan conseguido una serie de objetivos empresariales, poder ayudarles a cumplir su sueño de formar una familia. Una forma perversa de contemplar qué es ser madre y qué es ser mujer. "Yo te congelo tus óvulos y tú aparca la idea de ser mamá hasta que yo crea que ha llegado el momento". El problema es que para muchas mujeres esto se traduce en la garantía de que efectivamente la empresa apostará por ellas, promocionarán sus carreras porque saben que durante unos años no cabe la posibilidad de que el proyecto de tener un bebé tenga prioridad sobre el de la empresa.

Conciliar así es no conciliar. Aunque esas grandes firmas lo vendan como lo contrario. Y mientras no existan políticas reales seguiremos viviendo años de crecimiento vegetativo negativo. Es lo que hace unos días el papa Francisco llamaba 'el invierno demográfico de Europa'. Un continente envejecido, en el que se reducen los nacimientos y al que en cambio sí que llega gente joven con ganas de trabajar. ¿Les abrimos por fin la puerta?

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