¿Un comentario homófobo hecho hace casi una década en un círculo de amigos es motivo para que una ministra dimita?, ¿y decir que no conoces a un presunto corrupto con el que sin embargo coincidiste varias veces? ¿Y debe dimitir alguien por crear, aun dentro de la ley, una sociedad para pagar menos impuestos por su piso?
Hace unos años, la respuesta casi segura a estas preguntas era que no. Ahora, Sánchez tiene un desafío: decidir si toca o no actualizar esas respuestas.
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