Se me ha hecho un poco larga la primera temporada de esta nueva serie que nos han puesto en el Congreso de los Diputados: Aquí no hay censura. Los primeros capítulos prometían cierta emoción dialéctica, como cuando uno de los protas aparece por sorpresa para competir con el otro, aunque luego va decayendo en tensión política porque desde el principio sabes cómo acababa y eso siempre le resta suspense. Pero una vez que te metes, pues, oye, como que te va enganchando y te olvidas de que sabes quién es el asesino: el mayordomo, con el candelabro y en la biblioteca. De todas maneras, me he metido las dieciséis horas del tirón en apenas dos sentadas, así que algo tendrá. Dicen que a la vuelta del verano igual tenemos una segunda temporada: cambiará alguno de los protagonistas, puede que mejoren los guiones, pero en realidad todavía está por firmar la renovación del serial. Estaremos muy atentos.
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