Borja Terán Periodista
OPINIÓN

'La Resistencia' de David Broncano y la crisis de la resaca del éxito

David Broncano
David Broncano
MOVISTAR+
David Broncano

La Resistencia es más que un programa de televisión, es un estandarte para Movistar Plus. Su capital está en que visibiliza la plataforma. En definitiva, da relevancia pública a Movistar

El primer episodio de este late-late show llegó en febrero de 2018 desde el Teatro Arlequín, una pequeña sala en el subsuelo de la trastienda de la Gran Vía. David Broncano supo potenciar aquello que le diferenciaba de otros presentadores y, también, de su padrino Andreu Buenafuente. No se optó por un late show con skyline de rascacielos neoyorquinos de fondo, directamente intentaron tocar lo macarra que está detrás de los neones parpadeantes de la calle principal de una gran ciudad.

Para conseguirlo, el equipo de La Resistencia contó con la inteligencia de buscar otro tipo de invitados que, a menudo, no tenían hueco en la tele clásica a pesar de representar las inquietudes sociales. Prueba superada. La Resistencia ha plasmado referentes reales, huyendo de los cánones preestablecidos del sobrevalorado mainstream. En la vida, no sólo triunfa lo que más fama aparente tiene.

En la vida, no sólo triunfa lo que más fama aparente tiene."

Pero para cualquier programa de televisión, como en cualquier buena historia, es vital palpar la evolución de los personajes. En este punto de inflexión es donde empieza a flojear La Resistencia. Al programa le cuesta más generar la conversación social que pretende Movistar Plus porque ya ha pasado el factor novedad del show y encima no se cuelgan sus momentos estelares sin trocear en Youtube. Hay que suscribirse para vivir la experiencia de La Resistencia al completo. Sin embargo, el formato no invita a abonarse: su imagen pública huele a estancamiento. Ha ganado previsibilidad, cuando su visibilidad se alcanzó porque la apuesta no era previsible.

Sus entrevistas se han ido transformando en un duelo entre Broncano e invitado. A ver quién es más gracioso. Fatal para el recorrido del formato de televisión, pues esta dinámica se tuerce en un chascarrillo repetitivo. Los late night norteamericanos no se oxidan en décadas de emisión porque siempre intentan dar a conocer al público algo nuevo de los protagonistas convidados. El presentador es el contrapunto cómplice al que terminas abriéndote, no un antagonista contra el que lidiar.  Sentirte retado a ser gracioso, al final, provoca frustración en el público cuando las conversaciones se pierden en pullas desordenadas y no resuelven inquietudes. 

David Broncano necesita que su personaje avance hacia algún punto con valores e ideales más allá del perdonavidas de instituto que recalca aquello de 'no sé mucho de ti'. O La Resistencia dejará de ser La Resistencia para convertirse en El Acomodo

¿Cómo se consigue este desarrollo narrativo en un programa como este? Volviendo a abrir el abanico de invitados como sucedía en las primeras etapas del show (la sociedad no es sólo actrices y deportistas de moda), diseñando capítulos temáticos que favorezcan percepción de evento y, sobre todo, primando más la curiosidad cotidiana por los invitados y el público que acude al show. O lo que es lo mismo: aprender de tu entorno, escuchar a la gente que recibes sin actuar como que no te importan. Porque, en realidad, te importan. Atendiendo a las pequeñas-grandes historias es como se elabora la comedia que impulsó a Broncano. Atendiendo bien es complicado quedarse atrás.

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