Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Marta Riesco y el modus operandi caduco de la prensa rosa

Marta Riesco en 'Ya son las ocho'.
Marta Riesco en 'Ya son las ocho'.
Telecinco
Marta Riesco en 'Ya son las ocho'.

A falta de nuevos personajes, Telecinco ha encontrado en una reportera de El programa de Ana Rosa su nuevo reclamo. Ex miss, ex intento de candidata a Eurovisión, ex concursante de Allá tú... la trayectoria de Marta Riesco ha ido unida al coqueteo con el estrellato. Al fin y al cabo, la vida es la perseverancia de, al menos, intentarlo. Aunque, paradójicamente, su gran popularidad ha llegado por su relación con Antonio David Flores, protagonista de la prensa del corazón desde hace décadas debido a su relación con Rocío Carrasco, hija de Rocío Jurado.

Al conocerse su vínculo entre el controvertido ex yerno de Jurado y vividor durante décadas de la prensa rosa, la redactora ha ido adquiriendo protagonismo. Incluso realizando algún que otro alegato mirando a cámara desde el sofá de Ana Rosa Quintana. Pero ella no es Ana Rosa, no tiene que mirar a cámara hablando de sí misma como hacen los presentadores dirigiéndose a su querida audiencia. 

En sus parlamentos, Riesco incide en que no quiere ser personaje. Sin embargo, después, no tarda en lanzarse a cantar su "eurovisiva" canción 'No tengas miedo' en el plató de Ya son las ocho. Con coreografía y todo. Lo disfruta pero, a la vez, se justifica. Las revistas del corazón llevan años hablando a la audiencia desde una superioridad moral que crea estatus, pedigríes y complejos. El éxito de estas publicaciones se basa en enjuiciar al personal, sobre todo si escapas a los protocolos impuestos de la 'gente bien'. Consecuencia: los influenciados por este tipo de publicaciones sienten que deben excusarse en según qué situaciones.  Y cometen el error de terminar tomándose demasiado en serio.

Este fin de semana, para celebrar su cumpleaños, los del programa de Riesco prepararon un sainete para dotar de contenido el espectáculo de Telecinco. Pusieron a la reportera vestida de Noche de Fiesta en una limusina llena de globitos. Con esta decoración, el programa potencia más el perfil de personaje con delirios de estrella.

Pero la parafernalia del guateque se ensombreció rápidamente porque la propia Riesco arremetió contra Belén Esteban frente a los micrófonos de unas agencias: "Me descojono de que ella se descojone de mí y luego se ponga tan loca cuando se nombre a su hija, cuando ella no ha pasado por la universidad", dice. Ya estaba listo, el titular buscando confrontación. Aunque la oración que suelta la periodista universitaria no se comprende muy bien. A pesar de la inconexa argumentación, de nuevo, afloran esos estigmas sociales que crean complejos. Como si por no ir a la universidad eres menos. Qué retrógrado, qué clasista, qué antiguo. 

Con tantos impactos audiovisuales que nos estimulan, en la actualidad hace falta algo más que amor, purpurina y discoteca para quedarse en el recuerdo colectivo."

Ahí estriba el problema de Marta Riesco. Como personaje se siente impostado y no aporta nada nuevo, sólo reproduce estereotipos y tips viejunos que probablemente ha consumido como fan de programas del cuore pero que están lejos de la sensibilidad de la sociedad actual. Porque el modus operandi de un tipo de prensa rosa ya chirría a ojos de hoy. Ya hemos dejado atrás la fama de los dosmiles donde había un mercado mediático que fomentaba el "líate con un famoso y tendrás platós y photocalls". Los tiempos han evolucionado. Con tantos impactos audiovisuales que nos estimulan, hace falta algo más que amor, purpurina, arrogancia y discoteca para quedarse en el recuerdo colectivo.

Mediaset necesita un nuevo personaje, pero no lo puede forzar. Porque en la ficción, como en la realidad, para que una historia tenga recorrido se debe empatizar y comprender las motivaciones de la persona. Así la audiencia conecta contigo, porque se identifica con lo que te pasa y con lo que aspiras. Porque te entiende. Quizá en el Telecinco de hoy sobran personajes con excesivo maquillaje y faltan personas que miran a su alrededor más que a un espejo. 

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