Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Cuando los niños jugaban en la tele

Miliki y Rita Irasema en 'El Gran Circo de TVE'
Miliki y Rita Irasema en 'El Gran Circo de TVE'
TVE
Miliki y Rita Irasema en 'El Gran Circo de TVE'

No hay tiempo para ver a los niños jugar en televisión. Si acaso en algún canal temático, pero lejos queda cuando las cadenas apostaban por programas infantiles que acababan con una pegadiza canción. Su cometido era poner a los críos a bailar y que, así, el espacio televisivo quedara con un buen recuerdo en su memoria.

El gran circo de TVE, en su última etapa en los años noventa, concluía cada edición con 'dame un abrazo'. Una canción de Miliki y Rita Irasema que incidía en la importancia de las muestras de afecto. Otros formatos como Barrio Sésamo siempre se despedían con un himno con un punto educativo en su letra y hasta el heredero de Espinete, Los mundos de Yupi, se tomaba su tiempo para que en los títulos de crédito de cierre el espectador viera a los niños trastear con el gigante Yupi. Era un grupo de niños diverso, como la propia vida, donde también eran visibles las personas con discapacidad. 

Y todos los días se despedían aquellos 'mundos de Yupi' mostrando la cualidad de los niños para jugar sin prejuicios y con esa ingenua ilusión que, tal vez, se va perdiendo con los años. La televisión retrataba la vida como un trabajo en equipo a través del juego infantil.

No tenía prisa, de hecho, para hacer hincapié durante minutos en el "solo no puedes, con amigos sí" que discurrió la directora de La bola de cristal, Lolo Rico, cuando vio que un formato televisivo era sobre todo una buena coordinación de talentos. Porque nadie es autosuficiente.

Los niños ya no ven televisión tradicional y la televisión tradicional ya no mira a los niños. Hasta nos sentimos más autosuficientes que nunca: no necesitamos más que nuestro dedo para interactuar con un gigante universo de contenidos desde nuestro ordenador, nuestra tablet o nuestro propio móvil. Como consecuencia, los referentes infantiles también son más individualistas, pues a veces el comunicador sólo es un mini-influencer que comunica sin sentir la necesidad de contar con más equipo que una simple webcam.

Pero no, la vida es trabajo en equipo. Y la tele de los ochenta y noventa nos lo enseñó como merecía. No había tanta competencia de impactos audiovisuales, dentro y fuera de la tele, y entonces no teníamos tanta prisa, así que podíamos permitirnos pararnos a mirar cómo juegan los niños. Y aprender de ellos y su capacidad de juntarse sin los recelos, complejos y reticencias que da la edad.

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