Había una vez un presidente del Gobierno tan ególatra que estaba dispuesto a todo para continuar en el poder. Así podría comenzar el cuento de Sánchez, sin embargo, así empieza la pesadilla que hoy vivimos en España.
Pretendía enumerarles las mentiras que nos ha relatado Sánchez en estos tres años en el cargo, pero me resulta imposible por espacio. Estos días, los españoles hemos sufrido con la última. ¿Recuerdan cuando decía que no habría indultos a los condenados por el procés? ¿O cuando aseguraba que él no pactaba con independentistas? ¡Qué tiempos aquellos!
Antes, para Sánchez, las sentencias judiciales no suponían una venganza; antes para Sánchez, la concordia era la ley, la Constitución que entre todos nos hemos dado. Ahora ya no. Ahora la concordia es pisotear el Estado de derecho, la convivencia es menospreciar los informes del Tribunal Supremo y el diálogo es aceptar sin rechistar cualquier exigencia que emane de los líderes independentistas.
De entre todos los peajes anunciados por el Gobierno socialista, este, sin lugar a duda, es el más caro que pagaremos. Lo es porque nos lleva a un punto de no retorno, al destino final de volver a vulnerar los derechos y libertades de todos los españoles, de intentar contentar las insaciables pretensiones de quienes buscan la autodeterminación. Todo por el poder.
Nuestra pesadilla se está convirtiendo en una agonía, pero acabará, no tengan dudas. Felipe VI dijo que "sin derecho la democracia no sería real ni efectiva". Somos más los que defendemos la democracia, somos más los que defendemos la ley. Sánchez lo sabe, por eso no quiere enfrentarse a la realidad de las urnas. Pero su cuento tiene los días contados.
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