Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

El amigo americano

Pedro Sánchez conversa con Joe Biden, junto al primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, y su homólogo polaco, Andrzej Duda.
Pedro Sánchez conversa con Joe Biden.
EP
Pedro Sánchez conversa con Joe Biden, junto al primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, y su homólogo polaco, Andrzej Duda.

Acaba de cumplirse el centenario de Luis García Berlanga y su realismo satírico siempre compasivo sigue vivo. Al menos, así lo patentiza el vigente complejo de España por no ser lo bastante querida por el amigo americano. Un complejo que el genial cineasta reflejó en su Bienvenido, míster Marshall, donde los vecinos de Villar del Río, con su alcalde a la cabeza, organizaban una gran puesta en escena de folclore y cartón piedra para recibir a unos supuestos delegados norteamericanos que regarían de dinero su pueblo como el plan Marshall –que a Franco le negaron– inundó de dólares la Europa destruida por la Segunda Guerra Mundial.

Joe Biden hizo esta semana su primer viaje oficial a Europa como presidente de los Estados Unidos y todos los mandatarios de la UE se volcaron en agasajarle, empezando por el primer ministro británico, Boris Johnson, que había apostado descaradamente por Donald Trump hasta parecer su hijo putativo. Johnson le hizo la pelota sin el menor pudor, y como él lo harían después todos y cada uno de los líderes europeos, especialmente el francés Macron, que se abrazaba a él como un novio pegajoso. Todos querían, y el presidente del Gobierno de España tanto como el que más, adular al hombre más poderoso del planeta, que venía a restañar las heridas abiertas con Europa por su histriónico predecesor.

"[Sánchez] trasmitió, sin pretenderlo, la imagen de que atosigaba a Biden con las cosas de España que obviamente no figuraban entre sus preocupaciones"

Pedro Sánchez lleva escuchando meses las críticas desaforadas de la oposición por no recibir la llamada de Biden desde que ocupa la Casa Blanca, y Asuntos Exteriores trató de forzar un breve encuentro de Biden con nuestro presidente para acallarlas y escenificar su buena sintonía. Así se pactó entre ambos equipos presidenciales con el fin de que hubiera algo más que un saludo, aunque menos que un encuentro, encajándolo con fórceps en la apretada agenda de Joe Biden. Tan apretada que el mandatario estadounidense apremió a Sánchez palmeando su espalda para que arrancara y recorriera con él los 20 metros que le separaban del lugar al que ya llegaba tarde.

Fueron los 20 metros más cortos en la vida del presidente español, quien trató de embutir en un tiempo récord todo lo que tenía preparado para un espacio que preveía más prolongado. Trasmitió, sin pretenderlo, la imagen de que atosigaba a Biden con las cosas de España que obviamente no figuraban entre sus preocupaciones. El presidente norteamericano vino a Europa para implicarnos en su "pie en pared" a China y, de paso, pararle los pies a Putin; lo demás, a día de hoy, le interesa entre poco y nada.

La diplomacia norteamericana ya dijo a nuestros responsables de Exteriores que no había urgencia en reunirse con quien no tienen problemas, y España, más allá de las diferencias en materia de aranceles, ahora felizmente encarriladas, no es percibida como un problema en el Departamento de Estado. Todo lo contrario que ocurre con Turquía, a cuyo presidente Biden le dedicó casi dos horas de charla. Erdogan es el socio más complicado de la OTAN y la Casa Blanca le enfureció al reconocer oficialmente el genocidio armenio de 2015.

No necesitaba Sánchez que el contacto con el presidente de EEUU fuera más allá de un saludo cortés. Antes ya se traía en la mochila su bendición para que Madrid acoja el año que viene la cumbre de la OTAN, lo que refleja mejor que cualquier foto la confianza en España como socio de la Alianza Atlántica. Esa cumbre en nuestro territorio es también un mensaje para Marruecos, como lo fue el del Parlamento Europeo y el de la propia Comisión por el uso de menores para presionar las fronteras del sur.

Al amigo americano, como imaginó Berlanga, siempre lo recibimos con alegría.

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