Helena Resano Periodista
OPINIÓN

Muy harta de la picaresca

El consejero de Salud de Murcia dimite tras su polémica vacunación
El consejero de Salud de Murcia dimite tras su polémica vacunación
Europa Press
El consejero de Salud de Murcia dimite tras su polémica vacunación

Decía el presidente de Telefónica que, con el primer confinamiento, nuestro país había avanzado en la digitalización lo que nos hubiera costado cinco años. A marchas forzadas tuvimos que aprender a dar y recibir clases online, a trabajar desde nuestro salón, a echarle imaginación para poder seguir siendo productivos a pesar del confinamiento… muchos negocios entraron en el mundo online por pura necesidad, sin saber ni cómo adaptarse, pero siendo conscientes de que esa era su única tabla de salvación para sobrevivir.

Es cierto que, en apenas un año, hemos dado un paso de gigante en este campo, pero queda mucho, muchísimo, para que de verdad seamos eficientes en este aspecto. Especialmente en las gestiones más administrativas, en las más burocráticas y en las que se refieren a organismos oficiales. Es increíble que, a estas alturas de pandemia, sigamos sin tener una app que de verdad funcione y resulte efectiva en la detección de contagios y posibles contactos. El Radar Covid no funciona, a pesar del gasto en su desarrollo, a pesar de que muchos se la han descargado, muchas comunidades autónomas todavía no generan el código que se necesita para alertar a tus posibles contactos de que has sido positivo. Una herramienta que sería altamente eficaz en el control de posibles brotes ha resultado ser un enorme fiasco.

Es increíble que a estas alturas de pandemia sigamos sin tener una App que sea efectiva en la detección de contagios

Lo mismo ocurre con el conteo de vacunas, con el registro de cuántas tenemos, cuántas personas han sido vacunadas, cuándo y con qué vacuna. Con un registro informático eficaz, habría sido mucho más difícil que los caraduras de turno se hubieran colado en las vacunas. La vergüenza de quedar registrados en un listado, quizás, solo quizás, les habría hecho pensárselo dos veces antes de colarse por la cara, de ponerse la vacuna antes que las personas más vulnerables. Y con un registro minucioso, podríamos saber perfectamente a qué personas hay que llamar, cuándo, quiénes deben esperar…

Pero aquí seguimos, desbordados por esta tercera ola que ya supone un auténtico tsunami, intentando no ahogarnos en el mismo aluvión de datos y cifras que hace unos meses, sin saber muy bien cómo controlar una pandemia que está durando demasiado. Y que, de nuevo, ha dejado al descubierto nuestras mayores vergüenzas: la gracia de la picaresca tan típicamente española carece de cualquier gracia cuando, de lo que estamos hablando, es de vidas, de salvar vidas. De quitarle al de al lado su único escudo para ponértelo tú. A quienes han tenido el enorme rostro de saltarse la cola, los enviaría a trabajar a las residencias de ancianos, a comprobar de primera mano su aislamiento, su miedo, sus ganas de volver a abrazar y las esperanzas que han puesto en una vacuna que les devolverá los últimos minutos del partido de su vida que han quedado en suspenso por culpa de la Covid.

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