Mario Garcés Jurista y escritor
OPINIÓN

Que nadie hable por mí cuando haya muerto

Pablo Iglesias Posse, fundador del PSOE.
Pablo Iglesias Posse, fundador del PSOE.
Wikimedia Commons
Pablo Iglesias Posse, fundador del PSOE.

Citar a un muerto es un argumento de autoridad irrebatible. La palabra de un muerto no admite reproche ni objeción. Por eso, la retórica política está trufada de testimonios actualizados de ultratumba. Es una forma de necrofilia dialéctica, donde, con absoluta impunidad se alude, sin aprensión ni rubor, a la intencionalidad de quienes ya no están. Un ejemplo reciente ha sido la invocación de un dirigente socialista al fundador de su partido, del que dijo que se sentiría 140 años después muy orgulloso de ver la deriva que ha tomado.

Quien formula impúdicamente esta clase de expresiones, o bien tiene un canal directo con la eternidad o bien, definitivamente, es lo más parecido a un idiota eterno. Por mi salud mental, únicamente pido que si alguien, con propósito o despropósito, me va a citar después de muerto, lo haga ateniéndose a la literalidad de mi palabra y de su contexto. Y absténgase, desde luego, de revisar mi pensamiento como un saldo post mortem, porque prometo estar alerta y no dormiré el sueño de los justos hasta que no repare tamaña felonía.

"Si alguien me va a citar después de muerto, que lo haga ateniéndose a la literalidad de mi palabra"

Pudiera ser que existan mechones del cabello de Pablo Iglesias Posse, el fundador, esparcidos por arcones y relicarios en toda España, si bien lo dudo. La costumbre de cortar un tirabuzón de cabello a un muerto estaba muy extendida en Europa, pero, sobre todo, en Estados Unidos en el siglo XIX, y era utilizado como memento mori para establecer un vínculo ultraterreno con el fallecido. Así es el cabello de Allan Poe, tan abundante como el de Rapunzel, y que puede conjurarse tanto en el museo del escritor en Richmond como en la colección de la Biblioteca Lilly de la Universidad de Indiana. Pero también en muchas colecciones públicas y privadas más, que no en vano se ha llegado a subastar la docena capilar a más de 90.000 dólares.

Además, la muerte suele tener una virtud eugenésica y es que transforma radicalmente la concepción que se tenía en vida del muerto. Quien calvo era, acaba siendo recordado como peludo y greñudo. Quien feo, guapo sin parangón. Quien pequeño, alto como un jugador de baloncesto. Quien iletrado, erudito sin compasión. Me conmovería conocer anticipadamente la laudatio en la homilía de mi funeral, porque quizá no me reconociese, pero, al menos, moriría engañado de mí mismo.

"Me conmovería conocer anticipadamente la ‘laudatio’ en mi funeral, quizá no me reconociese"

Les voy a hacer una proposición decorosa. Abramos un chat y agréguenme. Y agreguen también a Suárez, Tierno, Carrillo y La Pasionaria. Veo que están en línea. Para mi sorpresa, quiero sumar a portavoces políticos del Congreso y del Senado a esta conversación, y no puedo porque no están activos. O definitivamente estoy yo muerto o están muertos en Cortes y no lo saben. Mi sexto sentido.

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