OPINIÓN

Mafalda, la inocencia, la utopía, la acción

  • Artículo realizado por Gonzalo Castro.
Adiós a Quino
Adiós a Quino
NANI

En una de sus famosas greguerías, Ramón Gómez de la Serna afirma que las cajas de los lápices guardan los sueños de los niños pero en verdad hay espacio de sobra para que también alberguen los de los adultos. Un lápiz es como la chistera de un mago, cualquier cosa puede salir de él. Un conejo, unas palomas o un buque transatlántico. Al final el único límite está en la imaginación y con imaginación es fácil sacar de la nada un mundo.

Es el caso de Quino, que nos ha dicho adiós con 88 años. Con 3 años, lo que realmente le impresionó y encaminó a su carrera profesional fue un caballo azul que había dibujado su tío Joaquín y sobre todo descubrir que aún había mucho más dentro de ese trozo de madera. Aunque aún no lo sabía, ahí estaban esperándolo Felipe, Manolito, Susanita, Miguelito, Guille, Libertad y por supuesto Mafalda , la niña de sus ojos, igual que otros muchos personajes continúan aguardando pacientemente el día que sean liberados en el papel. Sin lugar a dudas el ingenio de Quino no se agota en Mafalda, así lo atestigua el resto de su obra, pero a mi parecer y al de millones de lectores se trata de su mejor trabajo. A pesar de que formalmente Mafalda dejó de publicarse en 1973, Quino no pudo nunca olvidar a su personaje y siguió apareciendo con motivo de campañas o acontecimientos importantes. En particular, Quino se sirvió de ella para mandar varios mensajes de apoyo al presidente Raúl Alfonsín durante el restablecimiento de la democracia en Argentina.

"Las tiras del personaje son una llamada a la acción ante la indiferencia y a no perder el espíritu curioso propio de los niños"

La imagen de una hoja en blanco es una ventana al infinito y sin embargo Quino decidió situar a su ‘hija’ en el mismo mundo que le había tocado vivir. Con todas sus guerras, sufrimiento, envidias, maldades y especialmente con todas las clases de sopas posibles. Ni si quiera de ese mal trago la libró. Así transcurre la existencia de Mafalda , luchando por ser una niña junto a sus amigos a la vez que cumple la dura misión que le ha encomendado su ‘padre’: resolver el dilema de quiénes son los buenos y quiénes son los malos en este mundo pintado con gamas de grises.

Mientras se es niño todo es desconocido y nuevo, de modo que continuamente se esta preguntando a los padres acerca del porque de las cosas hasta que llega un día en el que se aceptan sin más. Mafalda representa el deseo de un argentino que aun conociendo el mundo no quiere dejar de preguntar por él. En ese sentido, uno no sabe si felicitar a Quino por haber conseguido un personaje atemporal o indignarse con aquellos que han provocado que lo sea. Pese a haber cumplido más de 60 años, si se suma la edad de las tiras, Mafalda esta perfecta. No muestra signo de envejecimiento, está tan joven como el primer día.

Mafalda fue y sigue siendo la voz de la conciencia, una Pepito Grillo a la que escuchar aunque no siempre sea agradable lo que tenga que decir. Siempre es más cómodo pensar en otra cosa y no preocuparse de los problemas del mundo sobretodo si ese mundo por suerte queda tan lejos de casa, sin embargo, no debe ser así. Los problemas han de solucionarse y no solo esconderlos bajo una lona hasta olvidar que existen.

Las tiras de Mafalda son una llamada a la acción ante la indiferencia y a no perder el espíritu curioso propio de los niños. A seguir viendo al emperador desnudo cuando nada lleva por vestido. Hemos pasados demasiados años siendo unos Felipes: abúlicos, angustiados y sin iniciativa. Con los pies en la tierra como Mafalda y con un poco del espíritu utópico de Libertad hay que ponerse en movimiento. Urge cambiar el mundo antes de que sea él quien nos cambie.

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