Alejandra Jacinto Portavoz de Vivienda en Sumar
OPINIÓN

La España que se ve y la que no se ve

Varias personas esperan en la fila para recoger alimentos proporcionados por la Asociación de vecinos de Aluche (Madrid)
Varias personas esperan en la fila para recoger alimentos proporcionados por la Asociación de vecinos de Aluche (Madrid)
RODRIGO JIMÉNEZ / EFE
Varias personas esperan en la fila para recoger alimentos proporcionados por la Asociación de vecinos de Aluche (Madrid)

Decía con razón Philip Alston, relator especial sobre Pobreza y Derechos Humanos de Naciones Unidas, que tuvo ocasión de visitar oficialmente nuestro país los pasados meses de enero y febrero que “existen dos Españas, la que se ve y la que no se ve”.

Traigo a colación esta conclusión del mismísimo relator de Naciones Unidas para corroborar la situación de desigualdad que ya existía antes de la pandemia y que se ha visto agravada con esta situación. Esta realidad de desigualdad se manifiesta en todo su esplendor en las diferentes formas que tiene la población a la hora de enfrentarse a esta crisis sanitaria y económica provocada por el Covid-19.

En los últimos días, mientras en algunos barrios de nuestro país han aparecido caceroladas que rezuman odio, en otros, donde proliferan las colas para recoger alimentos y lejos de poder permitirse salir con la cacerola, se han tejido redes vecinales de apoyo y solidaridad que tratan de proveer a la población de derechos esenciales como es la alimentación ante las insuficientes medidas adoptadas por las administraciones públicas.

De esta grave pandemia podemos extraer algunas conclusiones; en primer lugar la imperiosa e imprescindible necesidad de blindar la sanidad pública así como el resto de servicios públicos (educación, vivienda, servicios sociales, etc…) y sacarlos de las garras de la especulación financiera. 

En segundo lugar, que nuestro país tiene la maravillosa capacidad de despertar profundos sentimientos de solidaridad y actos de apoyo entre su ciudadanía. 

Prueba de ello es la incesante labor de los profesionales del sector de la sanidad, los aplausos de agradecimiento a todas las personas que trabajan en servicios esenciales y que llevan jugándose el pellejo todo este tiempo, las miles de personas que han autoproducido mascarillas o batas médicas y han donado material sanitario a centros de salud de forma totalmente altruista y anónima, las decenas de comités de huelga que acompañan a inquilinos e inquilinas que no pueden el pagar el alquiler o las más de 500 redes de apoyo vecinal que se han constituido en los últimos meses y que de forma autogestionada dan apoyo material, emocional y de cuidados a decenas de miles de personas a lo largo y ancho de todo el Estado.

Dos personas al lado de un cartel donde se puede leer 'El Barrio salvando al barrio' en la Asociación de Vecinos Parque Aluche
Dos personas al lado de un cartel donde se puede leer 'El Barrio salvando al barrio' en la Asociación de Vecinos Parque Aluche.
RRF

En contraposición, a una minoría de la sociedad se le ha despertado un sentimiento de odio. Odio a las mujeres por salir el 8 de Marzo a reivindicar nuestros derechos, odio a las medidas del Gobierno que pretenden redistribuir la carga de la crisis, odio a la comunidad científica que de forma prudente antepone la salud a la economía, odio a los sindicatos cuyas asesorías laborales no han dejado de funcionar a pleno rendimiento durante todo el confinamiento, odio a que paguen más impuestos los que más tienen, odio a que toda la población pueda disponer de un ingreso mínimo para garantizar su supervivencia, e incluso odio a la comunidad china. En definitiva, un odio que sólo genera odio.

Quizás el virus no entienda de clases sociales pero, desde luego, sus consecuencias sí. Hay gente que puede permitirse pasar de largo ante la desigualdad y tiene la libertad y el privilegio de mirar para otro lado ante lo que está sucediendo. Y otra (la mayoría) que se preocupa y solidariza por quien no tiene que llevarse a la boca, por quien no sabe cómo pagará su alquiler el mes que viene o sí encontrará trabajo después del confinamiento. En nuestras manos está construir la sociedad que preferimos.

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