Luis Algorri Periodista
OPINIÓN

Nadie por la calle

La carretera de Pozuelo-Aravaca, vacía este 11 de marzo.
La carretera de Pozuelo-Aravaca, vacía este 11 de marzo.
RICARDO RUBIO / EP
La carretera de Pozuelo-Aravaca, vacía este 11 de marzo.

Cuando escribo esto, recién amanecido el día, el virus de las narices ha contagiado en España a unas 1.700 personas y ha matado a 36. No parece mucho. Se han curado unas 140, lo cual quiere decir que, por cada ciudadano que se muere, se curan cinco.

Pero no hay nadie por la calle.

La última vez que se desató en España un pánico semejante fue en 1981, cuando el aceite de colza –que entonces creíamos que era una neumonía "atípica"– envenenó a más de 20.000 españoles y segó la vida de unos 1.100. Aquello fue un acto criminal. Esto es una gripe fuerte que se extiende por el mundo a mayor velocidad que la calumnia, que ya es decir. Una gripe que pasará, como han pasado todas. No es la peste del siglo XIV.

Pero no hay nadie por la calle. En el metro y en los autobuses viajan cuatro que se miran con pánico unos a otros. En los trenes pasa igual. Los teatros y los cines cierran. Los colegios, también. La gente baja al súper y hace acopio de alimentos como si estuviésemos al borde de una guerra. La Bolsa se hunde porque la economía se ha parado en seco. Y las calles, las plazas y los parques están casi vacíos. No hay nadie por la calle.

Esto hay que aprender: somos débiles. Somos frágiles. Somos temerosos. Hemos logrado enviar aparatos más allá del sistema solar. Hemos reducido el hambre. Podemos viajar a una velocidad increíble. Hemos construido edificios que no se caen ni con los peores terremotos.

Pero ahora estamos todos en casa sin atrevernos a salir, a abrazarnos, a darnos besos, a hacer esas cosas que nos permiten ser felices y humanos. Nuestra vida se ha encerrado. Y no es el virus lo que nos destruye. Es el miedo. 

Esa es la peor enfermedad de todas.

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