Mario Garcés Jurista y escritor
OPINIÓN

Todos a la calle

El Supremo contempla emitir su informe sobre el indulto a los presos del procés a final de semana y se prevé contrario
El líder de ERC condenado por el 'procés', Oriol Junqueras.
20M EP
El Supremo contempla emitir su informe sobre el indulto a los presos del procés a final de semana y se prevé contrario

Soy ciudadano libre de primera dosis de vacuna. Y confieso que sentí un inefable sentimiento de liberación la mañana del domingo en que me suministraron la primera ración líquida. Como un puritano que llega a la isla de Ellis en Nueva York en 1900. Y reconozco también que experimenté una sensación narcisista cuando comprobé los estragos que el tiempo había provocado en mis congéneres de generación. Entre mis párvulas virtudes está la de no aparentar la edad que tengo, y así me di un homenaje contemplativo. Es más, se me hizo corta la espera de quince minutos tras la inoculación. Entre Dorian Gray y Cincuenta sombras de Grey anda el juego.

Como liberación van a sentir los presos que serán indultados por obra y causa del mismo derecho de gracia, que vaya gracia tiene. De "todos a la cárcel" a "todos a la calle". Pedro Sánchez como Juan II de Castilla, padre de la reina Isabel la Católica, que aprobó en 1447 la Ley del Perdón del Viernes Santo de la Cruz para dar puerta, ancha es Castilla, a veinte reos al año. 

Históricamente, en España, para el ejercicio del indulto ha habido limitaciones a la naturaleza de los delitos y delincuentes condonables. Así, en el decreto de Cámara de 1757 se prohibía el indulto en "aquellas en que no haya parte que pida, ni intervenga asesinato, robo u otro de aquellos delitos feos y enormes indignos de perdón por sus circunstancias".

En un país como España de pasado imprevisible y de futuro cierto, los indultos iban a llegar. Y llegarían, a diferencia de la lógica histórica de nuestros decretos del pasado, a petición de parte y por delitos feos, que de esto sabe mucho Junqueras y sus secuaces. No son indultos singulares y de perdón penitencial por delitos leves, sino que son indultos políticos.

Ahora que Montesquieu está inhumado en algún cementerio patrio, tras la conversión del poder judicial en un poder vengador y del poder ejecutivo en un poder reparador, todo es posible. Tanto es así que se sienta un precedente peligroso. Porque si la justicia reparadora del Gobierno restituye a sediciosos de toda calaña y pelaje, mañana podrían levantarse a golpe de trompeta las Cortes de Aragón, el Ayuntamiento de Cartagena, mi comunidad de propietarios y hasta yo mismo en un día de furia. Pero que nadie se preocupe porque me habrán de indultar, que pretender negar lo que somos a golpe de declaraciones de independencia no es delito feo. 

Ya le ha debido explicar Junqueras a Sánchez lo que es la fealdad, en términos políticos, claro está. En mi caso, no pretendo que se mueran los feos, pero, al menos, que sepan que lo son. A sus actos me refiero.

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