Luis Algorri Periodista
OPINIÓN

Fray Escoba en el Gobierno

Un retrato de fray Escoba
Un retrato de fray Escoba
Pintura anónima ubicada en un monasterio de Lima
Un retrato de fray Escoba

El vicepresidente del Gobierno recuerda, no me digan que no, a fray Escoba, aquel santo peruano del siglo XVII que tenía –dicen– el don de la ubicuidad, o al menos de la bilocación: era capaz de estar en dos sitios muy lejanos a la vez. Pues a este hombre, Iglesias, le pasa igual. Ha conseguido el prodigio de estar en el Gobierno sin dejar de ser oposición. Es decir, en la procesión y repicando. Es como quien juega al ajedrez él solo, contra sí mismo.

"[Iglesias] está esperando el momento oportuno para marcharse dando voces, haciéndose la víctima"

Pero no es un caso de doble personalidad, eso sería muy sencillo. Es una estrategia. Iglesias, que tanto lloró cuando le hicieron vicepresidente gracias a las artimañas de Iván Redondo, sabe muy bien que el Gobierno del que forma parte es un caso de equilibrio inestable. Puede caer en cualquier momento por dos motivos; porque lo diga él, que lo hará cuando quiera, o porque a Pedro Sánchez se le terminen de hinchar las narices ante un vicepresidente que no hace más que darle patadas en los tobillos: que si la calidad democrática, que si los presos, que si las injurias a la Corona, que si el enaltecimiento del terrorismo. No para. Critica tanto al Gobierno (a su Gobierno) como la oposición.

Sabe que no está ahí para quedarse. Ni para conseguir grandes cosas que beneficien a los ciudadanos. Está ahí esperando el momento oportuno para marcharse dando voces, haciéndose la víctima: "No hemos podido, con esta gente es imposible, lo hemos intentado pero no nos han dejado hacer nada". Y calcula que eso, el airado gimoteo, le producirá beneficios electorales. No piensa en otra cosa.

Así que hay una diferencia. Fray Escoba podía estar en dos sitios a la vez, pero en ambos hacía cosas buenas. Y nunca pensaba en sí mismo.

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