Borja Terán Periodista
OPINIÓN

La mala fama del ego

Raphael, orgulloso de su carrera en estreno de su documental
Raphael, orgulloso de su carrera en estreno de su documental
Europa Press
Raphael, orgulloso de su carrera en estreno de su documental

El ego está mal visto. Siempre se utiliza como arma arrojadiza. Lo atacamos, lo odiamos, lo denostamos. Sobre todo si es el ego ajeno, claro.  "Qué hombre más egocéntrico", es fácil exclamar en los primeros compases del documental sobre Raphael en Movistar Plus. Sin quererlo, negativizamos una cualidad del artista. Porque Raphael sin creer en sí mismo no sería Raphael. Su sobreactuación, su locura, su autenticidad van estrechamente unidos a su ego. Raphael confía en Raphael.

El ego es vital para prosperar. Motiva en los claroscursos de la búsqueda de la ilusión cotidiana. Eso es la vida, al fin y al cabo. Por supuesto, hay egos tóxicos que dañan, que desmotivan, que asfixian y que hasta aislan. Pero hay que empezar a respetar el ego positivo. El ego de tener voluntad, ánimo y seguridad en lo que somos. 

María Teresa Campos, Pedro Ruiz, Mercedes Milá, Jesús Hermida, Chicho Ibáñez Serrador... son profesionales de relevancia que, en ocasiones, han visto cómo les lanzaban la palabra ego como crítica negativa. Serrador lo parodiaba en los prólogos de 'Un, dos, tres... responda otra vez', de hecho. Era más ingenioso que sus críticos.  Ponía su nombre agresivamente en grande para bromear con su imagen de creador con afán de protagonismo. 

Curioso y paradójico es como la humildad tiene buena prensa pero, en cambio, no suele ser útil en el mundo de la televisión y el espectáculo. Quizá porque confundimos términos. Ser humilde no es antagónico del ego. Es hasta compatible. Lo comparamos con la avaricia pero va más de la mano de creer en lo que aportas o puedes aportar. La seguridad en lo que haces, aprendes, progresas y aspiras es sana y necesaria para avanzar con ilusión. El problema está en cuando el ego vira a narcisismo patológico y se utiliza para pisotear a los demás. Entonces, es otra historia. Entonces, es divismo que desequilibra, que empozoña. No es ilusionarte con lo que estás logrando. 

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