Tengo una duda casi existencial: no sé cuándo somos más serios como país. Si lo somos cuando nos enfrascamos en una discusión sobre la conveniencia de cumplir con nuestros deberes como socio de la OTAN en el conflicto de Ucrania o cuando nos ponemos a punto del delirium tremens porque el jurado de la televisión pública de nuestro país decide no llevarse a Eurovisión a la cantante que arrasó en el Senado Popular de Twitter.

Lo segundo podría parecer propio del guion de una película de los Monty Python o de Martes y Trece, pero es tan real como que ya hay preguntas parlamentarias que pretenden aclarar si hubo un trato de favor hacia la ganadora del Benidorm Fest y hasta una ministra se ha puesto a filosofar, con su dramatismo habitual como de teleserie turca, sobre si la letra de la canción de Rigoberta Bandini nos demuestra, una vez más, que hay hombres que le tienen miedo a los pechos de una señora.

Solo le ha faltado alguna pancarta reclamando menos guerra y más Eurovisión

En fin, al menos con esta polémica nos hemos echado unas cuantas risas en las redes sociales en un fin de semana que ha entronizado a Nadal como el verdadero rey emérito de todos los españoles. Pero es que con la bronca de la guerra de Ucrania ya se nos ha ido todo el sentido que nos quedaba, con un partido que está en la Moncloa enarbolando frente al otro partido que está en la bandera del No a la guerra como si estuviéramos a dos telediarios de invadir Moscú y no, como hacemos realmente, cumpliendo con nuestra responsabilidad como socios del Tratado del Atlántico Norte.

En este enésimo lío doméstico, solo nos ha faltado que Gila resucite con su teléfono al otro lado de la trinchera para completar un vodevil al que solo le ha faltado alguna pancarta reclamando menos guerra y más Eurovisión. Será por pedir…