Juan Carlos Blanco Periodista y consultor de comunicación
OPINIÓN

Y de repente, Ucrania

Una mujer observa desde su casa en San Petersburgo un discurso de Vladímir Putin.
Una mujer observa desde su casa en San Petersburgo un discurso de Vladímir Putin.
Anatoly Maltsev / EFE / EPA
Una mujer observa desde su casa en San Petersburgo un discurso de Vladímir Putin.

Vivimos atropellados por la excepcionalidad, convirtiendo lo anormal en lo normal y lo insólito en lo corriente.

En tres semanas hemos pasado de hablar de la última ola de la Covid a discutir sobre asuntos tan domésticos como las repercusiones electorales de Castilla y León y sobre el apocalipsis de dosieres y comisiones desatado en los cielos del Partido Popular.

Y de repente, a punto de ‘celebrar’ los dos años de la pandemia que cambió nuestras vidas, todo eso ha quedado enterrado en las últimas páginas de los buscadores de Google porque un matón con ínfulas zaristas y nostalgias soviéticas nos ha recordado que la guerra no es eso que pasa en otros continentes y que el orden liberal y democrático de la vieja Europa sí puede tener una vuelta atrás hacia tiempos más oscuros.

El miedo es un vecino más de la familia y todos nos hemos envuelto en el no a la guerra, en el no a todas las guerras.

Pero ahora que el oligarca del Kremlin amaga con echarnos encima su arsenal nuclear, es hora de recordar que las palabras también pelean en esta guerra de desinformación y propaganda y que nosotros no estamos para enarbolar etéreos cantos pueriles contra las armas, sino para recordar que un país gobernado por un sátrapa ha invadido un país soberano aplastando a sangre y fuego la soberanía, la dignidad y quién sabe las vidas de millones de ucranianos.

No se trata del no a la guerra, sino del no a la invasión y del no a quienes desprecian nuestras democracias y nuestras vidas.

Lo que hagamos en Ucrania definirá el futuro de nuestro continente. No les defraudemos. No nos defraudemos.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento