Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Terremoto en Cataluña

Salvador Illa, en un acto de precampaña electoral.
Salvador Illa, en un acto de precampaña electoral.
ACN
Salvador Illa, en un acto de precampaña electoral.

Hasta ahora los giros bruscos de guion en la política catalana eran una exclusiva de los independentistas. Esta vez 2020 se despidió con dos anuncios que persiguen remover las fronteras del resignado constitucionalismo catalán. 

La primera sorpresa llegó con el fichaje por parte del PP de Lorena Roldán, que hasta hace pocos meses era la candidata de Cs a la Generalitat tras ganar unas primarias de pacotilla. De la misma forma que en 2019 fue aupada por Albert Rivera en base a no se sabe qué méritos, fue defenestrada al año siguiente sin mayores explicaciones para designar a Carlos Carrizosa, fiel escudero de Inés Arrimadas. 

La venganza de Roldán contra su partido certifica el arribismo de muchos de los que recalaron en la formación naranja, cuyo hundimiento no será ninguna sorpresa el 14 de febrero. Otra cosa es quién va a sacar mayor provecho del naufragio de Cs, que puede perder hasta dos terceras partes de su representación. El PP estuvo a un paso de desaparecer en 2017 y esta es la gran oportunidad que tiene su elocuente candidato, Alejandro Fernández, si no fuera porque Vox amenaza con dar la campanada como voto de castigo contra todos.

La venganza de Roldán contra su partido certifica el arribismo de muchos de los que recalaron en la formación naranja

Tras la sorpresa de Roldán, llegó el terremoto con Salvador Illa. En este caso, no se trata de robarle una pieza al competidor como ha hecho el PP con Cs, sino de un golpetazo con el que el PSC y Pedro Sánchez sacuden el tablero electoral. El titular de Sanidad había negado tantas veces que fuera a ser candidato a la Generalitat que, pese a lo tentadora de la decisión, se daba por hecho que Miquel Iceta iba a repetir. Por tanto, la primera virtud del anuncio es que ha sido un secreto muy bien guardado. La segunda es que supone una apuesta decidida por salir a ganar o, por lo menos, para que el PSC sea decisivo. 

Las elecciones corrían el riesgo de convertirse solo en un disputa entre ERC y Junts. En la gestión de la pandemia, más allá de los errores cometidos, Illa ha demostrado serenidad, sentido institucional y ser un magnífico servidor de lo público. Su candidatura ofrece un nuevo rumbo a la política catalana que puede recibir un apoyo transversal de votantes progresistas y catalanistas moderados.

En pocas semanas veremos si su candidatura polariza la campaña con el líder independentista mejor posicionado. ERC va a jugar a generar esa dinámica para concentrar el voto en Pere Aragonès, que parte como favorito, y frenar el crecimiento de Laura Borràs, que parece tener más tirón. Pero los republicanos pueden ser víctimas de su promesa de que volverán a gobernar con Junts, e incluso de que no descartan un tripartito con la CUP y otro referéndum, lo que condenaría a Cataluña a un nuevo procés. Evitar ese escenario estéril es la mejor baza de Illa.

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