Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Iglesias y el resentimiento antimonárquico

El rey Felipe VI recibe al vicepresidente presidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, a su llegada al Palacio de la Zarzuela.
El rey Felipe VI recibe al vicepresidente presidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias.
Juan Carlos Hidalgo / EFE
El rey Felipe VI recibe al vicepresidente presidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, a su llegada al Palacio de la Zarzuela.

Nuestra Constitución no exige la adhesión a cada uno de sus artículos, por lo que en España se pueden defender todas las ideas mientras respeten los derechos humanos y los procedimientos democráticos. Y de la misma forma que las fuerzas separatistas cuestionan la unidad territorial sin que puedan ser ilegalizadas, aunque todo ello solo haya acarreado consecuencias nefastas para Cataluña, el debate sobre la jefatura del Estado también es posible. 

"Los movimientos populistas se nutren de emociones, de palabras vacías y de imágenes imprecisas"

Para muchos, en 1978 se superó la vieja disputa entre monarquía y república porque nuestra democracia se fundamenta en valores republicanos, aunque el jefe del Estado sea un puesto vitalicio y hereditario, como también sucede en el Reino Unido, Dinamarca, Holanda, Suecia o Noruega, cuyas monarquías parlamentarias no son esgrimidas como un obstáculo para nada. Sin embargo, en España hace años que el populismo intenta resucitar esa cuestión y Pablo Iglesias ha aprovechado este sábado la reunión del consejo ciudadano de Podemos para lanzar su andanada antimonárquica más demagógica desde que se convirtió en vicepresidente segundo del Gobierno.

Una cosa es criticar determinados comportamientos del rey emérito, sobre los que la justicia deberá pronunciarse, o proponer que en el marco de una reforma constitucional el jefe del Estado sea elegido por las Cortes o directamente en votación popular para dar paso a una república presidencialista, y otra muy diferente es convertir a la Corona en el chivo expiatorio de todos nuestros males, reales o ficticios. 

"[Iglesias] trata de anidar un resentimiento antimonárquico que agite las pasiones"

A este disparate institucionalmente tan irresponsable está entregado Iglesias cuando dice que la monarquía española representa "un modelo económico basado en la especulación inmobiliaria, la exclusividad del turismo y la contratación pública" y que por ello se ha convertido en "el principal obstáculo para desarrollar un nuevo modelo productivo". O afirma que el horizonte republicano que propone Podemos apela a "todos los pueblos del Estado frente a la crisis territorial a la que nos ha llevado el modelo centralista encarnado en la monarquía, que es ajeno a la pluralidad de nuestro país y en el que millones de personas se sienten excluidas".

Los movimientos populistas se nutren de emociones, de palabras vacías y de imágenes imprecisas que poseen capacidad de movilización. Iglesias cree que "la república" es otra de ellas, como años atrás lo fue "la casta", pero para lograrlo tiene antes que difamar a la Corona y señalarla como un obstáculo a derrocar. Se trata de anidar un resentimiento antimonárquico que agite las pasiones en un escenario de pobreza y desastre económico, y de paso contentar a su militancia, que a partir de ahora tendrá que abonar una cuota de tres euros mensuales.

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