Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Estado de alarma: tarde, pero por fin

Una mujer pasea a su perro por las calles vacías de Barcelona.
Una mujer pasea a su perro por las calles vacías de Barcelona.
ENRIC FONTCUBERTA / EFE
Una mujer pasea a su perro por las calles vacías de Barcelona.

La noche del sábado, con siete horas de retraso, escuchamos a Pedro Sánchez desgranar las medidas del decreto que desarrolla el estado de alarma aprobado en un convulso Consejo de Ministros. Fue una tarde horrible para el Gobierno de coalición después de una semana desastrosa en la que se hizo evidente que llegaba tarde.

Los días antes parecía que no tenía fuerzas o ganas de ponerse al frente de la crisis, liderando la adopción de decisiones duras pero inevitables para frenar la propagación del coronavirus. 

El viernes, España regresó a la época de las juntas provinciales cuando, tras la invasión napoleónica, el poder central desapareció y cada localidad empezó a hacer la guerra al ocupante por su cuenta.

Ese día, con la huida de miles de madrileños o barceloneses hacia sus segundas residencias en la costa o la montaña para buscar un mejor refugio ante lo que se avecinaba, el caos de directrices fue tal que hasta una abanderada de la plurinacionalidad como la alcaldesa Ada Colau criticó la descoordinación de las administraciones: "Madrid hace una cosa, Murcia hace otra".

Ante una emergencia de tal magnitud era incomprensible la tardanza del Ejecutivo en aplicar el artículo 116 de la Constitución para establecer un mando único, centralizar las decisiones y los recursos y dar cobertura legal al confinamiento domiciliario de la población.

Tarde, pero por fin, el Gobierno se decidió a tomar el control de la situación y ahora ya sabemos quién manda en sanidad, interior, defensa y transportes. La intervención de Sánchez estuvo a la altura de las graves circunstancias del momento.

Fue claro, contundente, y apeló a la confianza y la unidad tanto de la ciudadanía como de los responsables públicos, pues el virus no entiende de territorios, clases, ideologías o partidos.

También acertó en desoír las quejas competenciales del lehendakari Urkullu y las amenazas del impenitente Quim Torra, que el viernes anunció el confinamiento unilateral de Cataluña por tierra, mar y aire y el sábado pasó a acusar al Ejecutivo español de aplicar "un 155 encubierto".

De nuevo, los separatistas situándose por encima de los intereses generales y escandalizándose porque el ministerio de Sanidad haya elegido el amarillo para la palabra "virus" en un anuncio institucional, cuando ese color es el que tradicionalmente se usa para avisar de epidemias.

Las próximas semanas van a ser muy dolorosas ante el aumento exponencial de enfermos y fallecimientos. Lo peor está por llegar. Por eso necesitamos mantener un clima de confianza colectiva, dando lo mejor de cada uno de nosotros, desde la gratitud hacia aquellos que se están exponiendo por razones laborales a contraer el virus. Es el momento, por fin, de unirnos.

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