Joan Ferran Historiador y articulista
OPINIÓN

¡Benditas terrazas!

Una terraza de un bar de Barcelona.
Una terraza de un bar de Barcelona.
ACN
Una terraza de un bar de Barcelona.

Ya se que muchas de las terrazas de los bares de nuestro país no tienen ni la estética, ni el glamour, de la del Café de France de Marrakech. Soy consciente de que plazas como la de Jemaá el Fna no abundan. También que resulta difícil encontrar literatos de talla tomando te, o leyendo la prensa en sus mesas, como solía hacer Juan Goytisolo. 

Todo eso lo sé, pero permítanme que muestre una alegría, casi pueril, ante la decisión de que bares y restaurantes puedan mantener sus terrazas abiertas casi todo el día. Sabia decisión, ésta, si viene acompañada de las correspondientes medidas de seguridad que impone la lucha contra el bicho. 

Las terrazas son sinónimo de comunicación, relajo, ocio e intercambio de ideas. Las terrazas dan vida a calles y plazas. Han sido, y son, testigo de amores, rupturas, negocios, trapicheo y pactos. Cuesta imaginar una ciudad mediterránea sin ellas. La pandemia las ha convertido en válvula de escape para inquietos, y en bálsamo para la maltrecha economía de los restauradores. Pero siempre hay un pero. 

La convivencia entre el bullicio de las terrazas y los ciudadanos que viven junto a ellas no deja de ser un tema complicado. Son una prueba de equilibrio entre las normas, el civismo, la paciencia y la buena voluntad de unos y otros. Ortega y Gasset usó en uno de sus discursos el término ‘conllevancia’ que posee, según la RAE, diferentes acepciones. Una de ellas es ‘ayudar a alguien a soportar las dificultades’; otra ‘llevarse bien, congeniar’.

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