Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El aprendizaje que sigue inspirando OT veinte años después de su estreno

Veinte años atrás...
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RTVE - Gestmusic
Veinte años atrás...

Un día como hoy, hace veinte años, llegaba un programa sin demasiado ruido y alharacas a la televisión. Su nombre, Operación Triunfo. Pocas veces un título de un programa ha sido tan premonitorio. Porque la pantalla española iba a vivir uno de los grandes fenómenos de toda su historia. Empezaba un cambio en la forma de entender el entretenimiento, arrancaba el último gran éxito televisivo realmente de masas antes de la segmentación de públicos en pluralidad de canales y plataformas. La audiencia más transversal del país se iba a enganchar a la ingenuidad de una pandilla de chicos que no sabía a lo que se enfrentaba. Ahí radicó el atractivo inicial de 'OT'. Poco se podía prefabricar, solo existía la posibilidad ser.

Los concursantes no conocían la repercusión exterior y tampoco tenían unos predecesores a quien copiar. Estaban sentando las bases de una nueva televisión que descubría que un reality show es mejor si va más allá del conflicto de la convivencia para aportar talento y la inspiración del aprendizaje diario. En este caso, en una academia. De esta forma, el público se implica con los participantes. Porque ve su esfuerzo, sus avances, sus temores y comprende qué recorrido hay detrás hasta llegar a interpretar una canción en una gala de un concurso. El espectador conoce la trastienda y se siente parte de la evolución que otorga la enseñanza profesional y vital.

Porque el gran éxito de OT estuvo desde el principio en que Rosa, Bisbal, Bustamente, Chenoa y los demás podían ser nuestros vecinos del barrio. Chicas y chicos de la calle que no se disfrazaban de nada. Sólo transmitían decepciones e ilusiones con las que todos nos podíamos identificar. Y el programa sabía indagar en ellos a través de canciones que hablaban de sus personalidades y anhelos sin subrayarlo, casi siendo ellos inconscientes de esto. Es más, OT se atrevió a jugar con el repertorio musical con temas que no eran los repetitivamente hits típicos de los que la tele abusaba.

¿Cómo han cambiado los triunfitos de OT 1?

Pero los años pasaron y la ingenuidad se fue perdiendo. Aunque OT ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos. Entendiendo que la televisión crece con las redes sociales. Que hay que estar allá donde tu público objetivo vive, otorgando contenido propio de calidad a la altura de la televisión tradicional. Lo demostró el retorno de OT 2017. El programa había parado el tiempo suficiente para que su nuevo casting viniera casi con esa ingenuidad de 2001. Eran tan jóvenes, que conocían el programa desde un recuerdo más lejano, pero no estaban tan influenciados. No querían imitar a nadie, de nuevo intentaban el más difícil todavía: ser ellos mismos. Amaia, Alfred, Aitana... El casting volvía a representar a nuestra sociedad. Más diversa y con menos eufemismos que en 2001.

"Galera es la mejor para explicar a los concursantes la fragilidad del concepto "éxito", lo efímero que es, lo fácil que resulta que la gente te olvide después de haber llenado un estadio".

OT nunca se ha quedado en reproducir su propio molde y ha aprendido del punto vital y sensible en el que se encuentra su audiencia. De hecho, su gran inteligencia es que se trata de un talent show con una vertiente de reality que asume la autocrítica. Incluso hace el saludable ejercicio de relativizar el éxito y narrar sus sinsabores (véanse los tres documentales que tan brillantemente hablaron de esto en el reencuentro de la primera generación en 2016). Porque el éxito y el fracaso están sobrevalorados

Ahí la constructividad de Noemí Galera ha sido un valor añadido como imagen del formato. Ella no sólo es la directora de casting y la directora de la academia desde 2017: ha sido también el vínculo sensato entre el espectador y los propios concursantes, con la autoridad de sabérselas todas, pues ha vivido el auge y la caída del propio formato para luego verlo resucitar. Galera es la mejor para explicar a los concursantes la fragilidad del concepto "éxito", lo efímero que es, lo fácil que resulta que la gente te olvide después de haber llenado un estadio. Y siempre lo ha explicado de forma clara y a la vez empática, entendiendo a esos chicos y chicas que se creen que ya lo han conseguido todo cuando descubren que miles de personas acuden a sus firmas de discos.

OT sólo es una oportunidad en forma de programa de televisión, pero una oportunidad que 20 años después sigue estando viva. Y esto es por algo. La marca caló tanto, que cada vez que se cita o nombra, se recupera a un público al que ya no siempre le interesan las nuevas propuestas musicales de la televisión tradicional. El público vuelve a OT porque el programa ha sido honesto con él. Es más, ha sido parte de su vida emocional, pues Operación Triunfo ha sido un reflejo de nuestras aspiraciones, de nuestra pérdida de inocencia. Un punto de encuentro compartido al que siempre volver, para contar lo bien que te va y celebrarlo... o para llorar y que te abracen porque pensabas que te ibas a comer el mundo y te has quedado a medias.

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