Ni las duras sanciones económicas impuestas a Rusia ni la heroica resistencia que está planteando el pueblo ucraniano a la invasión parecen disuadir al señor del Kremlin de continuar una guerra que está dejando millares de víctimas y consternando al mundo por su crudeza y carencia de sentido.
Las conversaciones para conseguir la paz no avanzan, pero los tanques que van ocupando el territorio y los bombardeos que destruyen las ciudades, sí. Está bien claro que Vladimir Putin tiene unas ambiciones territoriales y de poder contra las que no caben razones: solo bombas.
Es triste, pero admirable observar cómo permanecen firmes en su patriotismo amenazado
Las tropas rusas están encontrando mayor resistencia de la que esperaban y los ucranianos seguirán defendiendo numantinamente su territorio y soberanía. Es triste, pero admirable observar cómo permanecen firmes en su patriotismo amenazado.
Lo peor es que se trata de una heroicidad inútil. Despierta admiración y elogios en los medios y en las calles. Pero la obstinación de Putin y la supremacía militar con que cuenta anticipan que todo será inútil. Al final, el poder que proporciona la victoria sobre un pueblo aplastado, sin recursos ni medios se impondrá.
En estas circunstancias es fácil prever que Ucrania acabará desgajada, más empobrecida y sin ánimo social para recuperarse a corto plazo de su desgracia. Pasará a ser un país con soberanía limitada –como se calificaba a sus satélites en tiempos de la URSS– y con sus vecinos preocupados y atemorizados.
La realidad es que persiste y nunca se superará
La amenaza de una nueva guerra mundial cobra fuerza por momentos, Europa adquiere conciencia de la nueva amenaza que enfrenta, y la sociedad internacional vuelve a los viejos temores del peligro de guerra. Parecía superado por los tiempos, pero la realidad es que persiste y nunca se superará.
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