Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

La encrucijada de la OTAN

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg; el primer ministro de Letonia, Arturs Krisjanis Karins; y el de Canadá, Justin Trudeau, durante la visita a la base de Adazi (Letonia).
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg; el primer ministro de Letonia, Arturs Krisjanis Karins; y el de Canadá, Justin Trudeau, durante la visita a la base de Adazi (Letonia).
EUROPA PRESS
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg; el primer ministro de Letonia, Arturs Krisjanis Karins; y el de Canadá, Justin Trudeau, durante la visita a la base de Adazi (Letonia).

Muchas personas preguntan por qué las fuerzas de la OTAN no intervienen en Ucrania. La Organización lleva meses acumulando tropas y medios en la zona, pero hasta ahora no ha caído en la tentación de intentar frenar la guerra desencadenada por la invasión rusa. Es una estrategia bien pensada. Resulta evidente que lo que está ocurriendo en el país es muy grave, está costando muchas vidas y no muestra visos de terminar.

Pero en esta situación el papel de la OTAN, encabezada por los Estados Unidos e integrada por 29 países, en su mayor parte europeos, es muy delicado. Ucrania no es miembro y por lo tanto no la asiste el derecho a socorrerlo ante una agresión como la que sufre. Otra cuestión es asistir de cerca a esa agresión cuyos orígenes responden en buena medida a sus deseos de integrarse.

Hasta estos momentos la OTAN se está volcando en ayuda al gobierno ucraniano y a sus habitantes: les brinda apoyo internacional, les proporciona armas de defensa y les envía medios de subsistencia para paliar las necesidades creadas por la crisis humanitaria, y brinda hospitalidad a los que huyen de los bombardeos.

No es poco, pero insuficiente. Putin en su egolatría fuerza a los suyos a soportar los problemas que suponen las sanciones económicas que se han aplicado y persiste en mantener los combates hasta la rendición total del país para una vez sometido y destrozado imponerle sus condiciones políticas y limitaciones a su soberanía.

La cautela de la OTAN en estas circunstancias también es elocuente y pragmática: una intromisión armada degeneraría sin duda en una tercera guerra mundial, con contendientes dotados de armas nucleares y un político como Vladimir Putin dispuesto, y quizás hasta deseoso, de utilizarlas.

Una intromisión armada degeneraría sin duda en una tercera guerra mundial

Entrar de lleno en la contienda significaría exponer ante sus consecuencias a muchas decenas de millares de personas de uno y otro lado. Es triste ver cómo Ucrania está asumiendo con valentía la peor parte de la ambición rusa, pero la alternativa de intervenir supondría convertir a toda Europa en un campo de batalla similar al que estuvo sometida a mediados del siglo pasado.

El recurso al bloqueo económico que afecta al pueblo ruso y de paso a sus magnates mafiosos despierta dudas sobre su eficacia, eso es evidente. Pero la realidad está demostrando que seguramente sí lo será. De hecho, todos estamos sufriendo la estrangulación de la economía mundial, pero peor sería quedarnos a la intemperie de los bombardeos indiscriminados de una contienda mundial.

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