Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

Gasolina en vena

La caída de la demanda ha provocado un hundimiento del precio de materias primas como el petróleo o el carbón. En este sentido, el transporte juega un papel fundamental en la cadena de suministro y también se está viendo afectado.
Maquinaria extrayendo petróleo.
Pixabay/drpepperscott230
La caída de la demanda ha provocado un hundimiento del precio de materias primas como el petróleo o el carbón. En este sentido, el transporte juega un papel fundamental en la cadena de suministro y también se está viendo afectado.

Aquel gracioso que decía no importarle el precio de la gasolina porque él siempre echaba 30 euros ya está para chistes. Con ese dinero hoy no llena ni la mitad del depósito de un coche. El litro de súper cabalga por encima del euro y medio y el diésel le sigue de cerca, un nivel que para algunos colectivos resulta dramático. La lista de damnificados es larga, los transportistas (que hablan ya de paros en Navidad), las empresas de autobuses y el sector del taxi se declaran al límite, y lo mismo las líneas aéreas, que han visto duplicado el precio del queroseno. Hay otros muchos sectores, como el agrícola y el ganadero, para los que la factura del combustible pondera de forma determinante en su cuenta de resultados como cualquiera que emplee un vehículo para trabajar.

El petróleo sigue moviendo nuestras vidas y en consecuencia continúa siendo un combustible estratégico del que tardaremos aún mucho tiempo en prescindir. Al margen de la carga fiscal que soporta, que lo convierte en fuente irrenunciable de recaudación para los Estados, el precio del barril viene determinado por un equilibrio altamente inestable entre la oferta y la demanda. Ese equilibrio está ahora desajustado a causa del fuerte incremento de la demanda por la reactivación económica tras la pandemia, desajuste que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y Rusia se resisten a corregir. En su última reunión, la organización que reúne a los principales productores y exportadores de crudo se ha negado a aumentar la producción más allá de los 400.000 barriles diarios en noviembre y diciembre cuando las necesidades actuales requerirían 800.000 barriles más para no poner en riesgo la recuperación de las economías. La novedad es que de esa posición restrictiva participa Arabia Saudí, tradicional aliado de Estados Unidos a la hora de imponer moderación en los precios del petróleo. La incomunicación de la administración Biden con el príncipe heredero Mohammed bin Salman, al que la inteligencia norteamericana responsabiliza del asesinato del periodista de The Washington Post, Jamal Khashoggi, es absoluta, lo que tensa extraordinariamente la relación con un socio estratégico en Oriente Medio.

"Solo Washington tiene la posición y los medios para forzar una bajada en los surtidores"

La Casa Blanca ya ha enviado un mensaje de advertencia a la OPEP para el caso de que se mantenga la actual escalada del precio del petróleo. Washington daría luz verde a la utilización de sus reservas estratégicas de crudo en un volumen suficiente para tirar a la baja las tarifas del barril de brent.

Desde la crisis del petróleo de 1973, Estados Unidos dispone de unos depósitos capaces de albergar más de 700 millones de barriles de crudo. Este gigantesco almacén, formado por un sistema de cuevas subterráneas excavadas en roca salina, transcurre entre los estados de Luisiana y Texas, y solo el presidente norteamericano está capacitado legalmente para ordenar el uso de tan ciclópea reserva.

En las últimas décadas los yacimientos descubiertos en el continente americano han reducido la participación de Oriente Medio en el cómputo de reservas mundiales de crudo. Ahora el mayor potencial lo tiene Venezuela, seguida de Arabia Saudí y Canadá, pero no hay que olvidar que Estados Unidos, además de un importador de petróleo, es también uno de los diez grandes productores del mundo y su industria petrolífera privada tampoco está extrayendo lo que producía antes de la Covid.

Los clientes netos, como España y casi toda Europa, poco pueden hacer para abaratar los combustibles. Solo Washington tiene la posición y los medios para forzar una bajada en los surtidores. Y más nos vale que lo consiga.

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