Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

Las barbas de Portugal

FORO LA TOJA - Pedro Sánchez y Antonio Costa
El presidente español, Pedro Sánchez, con el primer ministro portugués, António Costa.
Álvaro Ballesteros
FORO LA TOJA - Pedro Sánchez y Antonio Costa

Aunque en España gobiernen los socialistas como en Portugal, y aunque allí pactaran con la extrema izquierda como lo hicieron aquí, los paralelismos políticos entre uno y otro país son manifiestamente matizables.

En primer término, por el perfil tan diferente de quienes lideran sus respectivos Ejecutivos. António Costa tiene 60 años, es jurista y pasó por el Parlamento Europeo y la alcaldía de Lisboa. Pedro Sánchez es 11 años más joven, estudió Económicas y fue concejal en el Ayuntamiento de Madrid además de diputado. Costa transmite una imagen de hombre sencillo que no busca la foto y de talante negociador, mientras que Sánchez busca el marketing y es menos complaciente con sus rivales. El presidente español sí tuvo, en cambio, al primer ministro portugués como referente a la hora de romper esquemas de gobernabilidad. António Costa pactó con el Bloco y los comunistas, que viene a ser lo que aquí en España Podemos e IU. Sin embargo, la sorprendente apuesta del portugués rebajando impuestos, alejada de la ortodoxia de izquierdas, difiere de la del Ejecutivo español, aunque este no fuera tan lejos en la presión fiscal como le demandaba la parte podemita del Gobierno.

De los resultados de los comicios en Portugal sí hay, en cambio, algunos aspectos que nos llevarían a considerar la máxima del viejo refrán de poner las barbas a remojar cuando las del vecino veas cortar. El primero guarda relación con las encuestas en las que tanto se confió la derecha portuguesa y que parecían poner en riesgo la mayoría de izquierdas que mantuvo el Ejecutivo luso. Las urnas descalificaron los sondeos de plano dando la mayoría absoluta a los socialistas.

Otro aspecto importante a considerar por sus afines en España es el duro castigo infringido por el electorado portugués a los que fueron socios de gobierno de António Costa y que desestabilizaron al Ejecutivo tumbando sus Presupuestos hasta provocar la convocatoria de elecciones. La conclusión es que la ciudadanía quiere sosiego y le vuelve la espalda a quien no ayuda en esa tarea. El Bloco y el Partido Comunista pusieron palos en las ruedas y su descalabro ha sido monumental, una experiencia en cabeza ajena que no habrá pasado inadvertida en la dirección de Unidas Podemos.

"En Castilla y León se observa ese preocupante avance de la derecha extrema"

También el Partido Popular habrá sacado sus conclusiones de lo acontecido con su homólogo portugués, el PSD de Rui Rio, que vendió demasiado pronto la piel del oso, hizo demasiado ruido y se quedó sin las nueces. Suponer que la pandemia desgasta al que gobierna y no remar a favor de obra en tan desgraciada circunstancia ha resultado un mal negocio electoral.

Quienes sí se han visto reflejados en lo acontecido en Portugal con sus homólogos son los de Vox. El avance de Chega, la extrema derecha de allí, es sin duda un buen augurio para quienes apuestan por la polarización en esa ala del espectro político. Una deriva que puede inducir a la derecha española a una mayor radicalidad dejando el espacio de centro en la más absoluta orfandad.

Lo ocurrido en las elecciones lusas se analiza en un momento en que todas las fuerzas políticas parecen jugarse el ser o no ser en las elecciones de Castilla y León, fronteriza con Portugal, que nunca tuvieron tanta trascendencia nacional como la que ahora se les pretende dar. En esa comunidad se observa ese preocupante avance de la derecha extrema, y un titubeo en las encuestas que antes daban una victoria aplastante del PP y ahora un resultado que podría obligar a gobernar con Vox, lo que sería un serio inconveniente para la estrategia del partido. Algunas barbas ya están en remojo.

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