Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

10-N, el abrazo del insomnio

Abrazo entre Pablo Iglesias y Pedro Sánchez
Abrazo entre Pablo Iglesias y Pedro Sánchez
Paco Campos/EFE
Abrazo entre Pablo Iglesias y Pedro Sánchez

Hubo guerras que se ganaron con matrimonios de Estado. Enlaces de conveniencia entre aquellos nobles de antaño que, aunque se odiaran, hacían de tripas corazón y se encamaban para fortalecer sus posiciones o salvar sus reinos. Les daba igual que el príncipe fuera un trol y la princesa fuera fea y peluda: el amor no contaba en esos tratos. Entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias no podía haber mucho amor después de reprocharse lo que se reprocharon en público –y probablemente en privado– antes y después de la campaña electoral del 10-N. Así pues, el abrazo del martes no parece responder a impulso amatorio alguno, sino a los miedos compartidos y a un interés común.

"Puede que no haya otra salida [al bloqueo], pero a esto se le llama hacer un pan con unas tortas"

Cuentan que aquella mañana de resaca electoral, el presidente en funciones se convenció de que no había alternativa posible a un acuerdo con Podemos y que lo mejor era tragarse el sapo cuanto antes. Que todas las señales que había emitido la dirección del PP eran radicalmente contrarias a cualquier componenda que permitiera al PSOE gobernar en solitario, como el propio Sánchez pidió en campaña, con la abstención de los populares. Hubo en el partido de Pablo Casado voces autorizadas en favor de esa posibilidad, a la que vistieron de "abstención patriótica". Incluso su comité de sabios, reunido en Génova, la había recomendado días antes, y desde la CEOE presionaron cuanto pudieron en la misma dirección para evitar el pacto con Unidas Podemos y su posible dependencia de los independentistas.

Pero no hubo manera. "Tranquilos –le dijo Casado a su núcleo duro el lunes por la mañana–, no habrá abstención al PSOE", una negativa que su secretario general, Teodoro García Egea, se encargó de proclamar sin ambages desde los primeros compases del escrutinio. Quienes vieron en esa abstención una alternativa razonable perdieron toda esperanza, especialmente al contemplar el indisimulado respiro de los dirigentes del PP ante el anuncio de un pacto que, entendieron, les quitaba la presión sobre su grupo.

"Mejor dormir poco que hacerlo fuera de la Moncloa, debió pensar el presidente en funciones"

Y entonces se juntaron el hambre con las ganas de comer. Sánchez e Iglesias, dos líderes debilitados por unos resultados electorales adversos con respecto a la cita del 28 de abril, azuzado el primero por el fantasma del bloqueo y el segundo por una progresiva irrelevancia, olvidaron sus cuitas personales para escenificar el "abrazo del insomnio". Mejor dormir poco que hacerlo fuera de la Moncloa, debió pensar el presidente en funciones, porque el escenario de unas terceras elecciones, además de resultar socialmente inadmisible, amenazaba con fortalecer a la derecha hasta el punto de poner en riesgo la mayoría parlamentaria a la izquierda.

A ese pacto le queda mucho por concretar y no pocos y complicados apoyos que recaudar. Por las experiencias vividas, no cabe otra que mantener todas las prevenciones sobre el futuro y la trascendencia del mismo. Cómo no ser escéptico después de vivir cuatro elecciones en cuatro años y un estado de campaña permanente con vaivenes de amores y desamores, propios de un culebrón venezolano (y no es ironía). En estos últimos seis meses, el PSOE ha perdido tres escaños y Unidas Podemos siete, y se repetieron elecciones para llegar al mismo punto en que rompieron sus relaciones. Puede que no haya otra salida, pero a esto se le llama "hacer un pan con unas tortas".

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