Tengo la sensación de llevar años escribiendo el mismo artículo, pero también tengo la sensación de estar asistiendo desde hace años al mismo espectáculo: el de unos políticos que en lugar de manifestar voluntad política, que es un elemento imprescindible para cumplir el mandato de los electores y dar esos empujones que de vez en cuando necesita la Historia, se quedan en actitudes primarias. Lo que en lenguaje coloquial se llamaría monear, lo que en lenguaje cinegético se llamaría marear la perdiz o lo que en lenguaje zoológico se llamaría marcar el territorio, imaginen ustedes por qué procedimiento.
Algo hemos avanzado estos meses, es verdad. Sánchez entendió la noche de 10-N cuál era el camino que esta vez le tocaba explorar y Podemos lleva ya unas semanas en ‘modo gobierno’: algunos borran tuits como locos, por si los hacen ministros, para espanto de quienes intentamos ser coherentes incluso en las redes sociales; y sus líderes están en ‘modo constitucional’, para alegría de quienes pensamos que el régimen del 78 es la democracia y que nuestra Constitución es una de las más avanzadas de la tierra.
Pese a esos cambios de actitud, la impresión general es que siguen mareando la perdiz, moneando o marcando el territorio, que en el caso de ERC le disputa al neopujolismo torrista. Sabia actitud si se quiere que sigamos votando cada seis meses hasta que gobierne Vox. Incomprensible si se conserva instinto de supervivencia. Las oportunidades desaprovechadas nunca vuelven, como bien saben Sánchez, Iglesias o el difunto Rivera. Suena, por cierto, a sarcasmo el postureo tardío de Arrimadas y Casado. Ellos tampoco han tenido nunca la voluntad política que hoy se necesita.
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