Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Pasividad antidemocrática

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, habla durante un mitin para conmemorar el 22º aniversario del regreso al poder del fallecido presidente Hugo Chávez tras un fallido intento de golpe de Estado, en Caracas, Venezuela, el sábado 13 de abril de 2024.
Nicolás Madruro, en una imagen de archivo.
Pedro Rances Mattey
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, habla durante un mitin para conmemorar el 22º aniversario del regreso al poder del fallecido presidente Hugo Chávez tras un fallido intento de golpe de Estado, en Caracas, Venezuela, el sábado 13 de abril de 2024.

Venezuela, que fue para muchos un ejemplo de democracia, se ha convertido la penosa realidad de verla consolidando una dictadura implacable ante la pasividad de los Estados Unidos y España, el país que por razones históricas y familiares tendría la obligación de plantarle cara al régimen de un analfabeto político como Nicolás Maduro. En pocos años, con el impulso mesiánico del sadismo y la ayuda de Cuba y Rusia, como en los malos tiempos de la Guerra Fría, han contribuido a apuntalar un sistema tambaleante que limita las libertades y maneja recursos delictivos para sostener el poder.

Cuenta para mantenerlo con el respaldo bochornoso de unos militares, de cúpula corrupta, que además de los privilegios de un régimen político a su medida resisten y se enriquecen con el narcotráfico. Las escasas e ineficaces presiones internacionales han obligado a Maduro a celebrar este año elecciones para las que las encuestas le auguran una derrota estridente: apenas el 13% de los venezolanos anticipan que le votarán. Las dudas sobre la promesa electoral siguen abiertas, pero en la espera de una disculpa para cancelarlas, el régimen ya está adoptando medidas drásticas para manejarlas.

La principal candidata de la oposición con peso político claro, M.ª Corina Machado, ha sido apartada sin mayor contemplación de la carrera y el odio que sufre llega al extremo de una persecución constante: cuando viaja por el país, se encuentra los hoteles de los lugares que se propone visitar bloqueados y el acceso cerrado con camiones aparcados en los accesos. Son detalles de una persecución implacable que incluye en otros ámbitos la restricción del voto a los venezolanos residentes fuera, millones de ellos huidos de las persecuciones y amenazas de un régimen que destrozó la economía e implantó el terror como argumento.

Para el Gobierno español, que tantas razones tiene para ayudar a un pueblo hermano como el venezolano, que en otras épocas nunca abandonó las ilusiones democráticas de los españoles, es una vergüenza más que suma a su viraje en la gratitud y la coherencia en su política exterior. Es penoso ver a Rodríguez Zapatero, que haría muy bien en mantenerse en la discreción hasta que se olvide su polémica etapa presidencial, convertido en el edecán de guardia de Maduro y el único político de pasado democrático que le apoya, la realidad es que entristece.

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