La poeta Frieda Hughes relata en su nuevo libro, 'George', su amistad con una urraca que la ayudó a concentrarse y focalizar su energía

Frieda Hughes, autora de 'Mi amistad con una hurraca'.
Frieda Hughes, autora de 'Mi amistad con una urraca'.
CEDIDA
Frieda Hughes, autora de 'Mi amistad con una hurraca'.

Es fácil leer los rasgos de sus padres –los poetas Sylvia Plath y Ted Hughes– en el rostro de su hija, la poeta y pintora Frieda Hughes (Londres, 1960). Más difícil es saber si detrás de los gestos de la poeta y pintora se esconden los de sus progenitores.

Hughes dibuja en el aire con sus manos mientras habla con jovialidad, incluso de temas dolorosos. Su biografía está marcada por la tragedia, su madre, Sylvia Plath, la escritora que renovó la poesía, se suicidó en 1963; su hermano, en 2009; su padre también murió joven, a los 68 años de un cáncer. Con todos esos sucesos, se podría esperar un carácter solemne y apesadumbrado, pero la artista es de risa fácil y contagiosa.

Ese es el tono de su último libro traducido al castellano, George, mi amistad con una urraca (Errata Naturae). A modo de diario, el libro relata los cinco meses en los que Hughes salvó y cuidó a una urraca que se había caído de un nido a su jardín. "George era rápido y divertido: su personalidad me encandiló", afirma en la librería Amapolas en octubre (bautizada así por un poema de su madre), en Madrid.

Cuando su madre Sylvia Plath se suicidó, Hughes tenía dos años y su padre arrancó una peregrinación. "Le era difícil asentarse, así que nos mudábamos mucho". El sueño de Frieda Hughes era arraigar. Un sentimiento de pertenencia que le evocan los animales y las plantas. "Su presencia, sus corazones, sus latidos, me reconforta". Logró su objetivo: después de mucho trabajo, ha levantado un hogar con perros y búhos y un jardín hermoso en Gales. 

Su primera experiencia en Madrid no fue muy grata. Iba de camino a Portugal en motocicleta –otra de sus pasiones– cuando se enredó en la M30. "Me perdí por el subsuelo… el GPS no funcionaba, fue una pesadilla. Nunca antes había sentido tantas ganas de estrangular a alguien", afirma. Aunque George voló para no volver más al cabo de cinco meses sin entrar en la enorme pajarera que le había construido, sí que le dio tiempo para mejorar la vida de la autora.

"Construí la pajarera porque a la anciana que vivía al lado le aterrorizaban los pájaros. A modo de saludo, George se plantaba en la cabeza de la gente y se balanceaba, así que mi vecina estaba muerta de miedo. Me alegro de que se marchara antes, con todo el cielo para jugar, confinarle en una caja habría sido cruel".

De niña, la artista londinense quería salvar a todos los animales. "Tengo que controlar esa obsesión. Todo es cuestión de voluntad. Con el tiempo, he ido aceptando mi personalidad. A veces tengo que resistirme a salvar a gente, o a animales. Hace un par de años, encontré un cuervo malherido. Ojalá no lo hubiera visto: tenía dos patas rotas. Lo único que podía hacer era matarlo, pero fui incapaz. Lo dejé para que la naturaleza siguiera su curso y los zorros se ocuparan de él".

"Tampoco puedo salvar a todos los maridos, claro", ironiza en alusión a su último matrimonio. Su ahora exesposo quería volver a Australia. "George me ayudó a concentrarme, a focalizar mi energía en algo que podía controlar. Con mi exmarido, era imposible. Si lo ayudaba, estaba mal; si no lo ayudaba, también. George me hizo sentirme útil".

El sentido del humor y la inteligencia de George la enamoraron. "¡Era divertidísimo! Intentaba coger las líneas que yo dibujaba con las patas, como si fueran 3D, o las hendiduras entre las tablas del suelo de la cocina; encontraba todo lo que escondía, nunca había conocido un animal tan inteligente, por eso quise consignarlo todo en el diario".

Las urracas no tienen buena prensa: en los cuentos son arquetipos del robo, y en muchas culturas se las considera animales molestos, por su graznido, y malvados, por asaltar las cosechas y adueñarse de otros nidos y robar sus huevos. ¿Una fama inmerecida? "Son muy útiles en la naturaleza: porque lo limpian todo. Incluso la comida que se pone mala". E inteligentes, los etólogos saben que comparte inteligencia con chimpancés o delfines.

Mantener un jardín, escribir un diario, cuidar animales (aparte de varios perros, Hughes tiene ahora 15 búhos)…; actividades que requieren disciplina y un corazón paciente y abierto. "Es cierto. Requiere mucha disciplina y amor, si no me gustaran estas actividades no las haría. También me dan sentido de control. El diario es un amigo, puedo consultarlo y sacar conclusiones: llevo escribiendo sobre mi día a día desde hace años. Solo dejé de hacerlo durante un periodo difícil, en mi adolescencia y en mi década de los 20 años. Ojalá lo hubiera escrito… me habría ayudado con mi primer divorcio, pero estaba tan apegada al dolor, que me fue imposible".

Frieda Hughes con Felix, uno de sus búhos.
Frieda Hughes con Felix, uno de sus búhos.
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Hughes asegura que el diario ha fortalecido su intuición. "Es como mantener una conversación con mi yo más joven. Y con el jardín, pasa igual. Solo cuando mi hermano murió, lo he descuidado".

Siempre se ha preguntado si su condición de artista es heredada. "¿Escribiría poesía, pintaría, si mis padres no hubieran sido escritores? ¿Se debe a mi educación o a la genética?". Cuando esta periodista le responde que todos somos poetas y que Ezra Pound solía decir que contenemos poemas dentro y que el entorno los despierta, Hughes sonríe y responde: "De niña, tenía esa música de la poesía en la cabeza, ya con 14 años me paseaba con versos dentro".

No suele leer la poesía de su madre. "Más allá de su condición de artistas, para mí son un padre y una madre". Tuvo que hacerlo cuando publicaron la edición especial de Ariel, con la disposición original y el contenido que había dejado su madre (Cuando Plath murió, Ted Hughes eliminó poemas y cambió el orden que su esposa había dejado en el manuscrito).

"Durante seis semanas, tuve que soportar el acoso de mi tía, que me llamaba para atosigarme con fechas y datos y que se escandalizaba porque había cosas que yo le preguntaba y que, según ella, debería haber sabido". En el colegio tampoco lo tuvo fácil. "Mis padres formaban parte del temario: tenía que estudiarlos y examinarme sobre mis padres… Pedí que me excusaran: examinarme sobre mis padres habría sido como hacer trampa".

Aparte de pintar, ahora trabaja en un libro autobiográfico: "El libro sobre George es divertido, el siguiente será sobre mí, sobre mi exmarido y un poco sobre los búhos. Con el siguiente proyecto me voy a exponer más".

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