Silvia Hidalgo aborda las contradicciones de ser madre en 'Nada que decir': "Nos hemos criado con la idea masculina del éxito"

La escritora Silvia Hidalgo.
La escritora Silvia Hidalgo.
Iván Giménez
La escritora Silvia Hidalgo.

Nada que decir, de Silvia Hidalgo (Sevilla, 1978), es una novela sensorial de personajes que nos embarca en un viaje de autoconocimiento y nos enfrenta a sentimientos difíciles, como el enfado, la frustración, la baja autoestima o la obsesión tóxica en el amor. 

Compuesta por capítulos breves y con un ritmo acelerado, casi violento, la novela ganadora del último Premio Tusquets es un derechazo al corazón. "Lo de los capítulos cortos es intuitivo en mi narrativa. En Yo, mentira [Tránsito, 2021] ocurre lo mismo. Es bastante actual, además: la capacidad cada vez más corta de mantener la atención. Como tengo otras actividades, y me cuesta un poco ponerme a escribir, intento concentrar para no perder la intensidad ni el sentido”, cuenta Hidalgo, ingeniera informática, madre cinéfila y autora también de la novela Dejarse flequillo (Amor de madre, 2016). 

El ritmo, como si fuera la banda sonora de una película. "Es una comparación que me gusta mucho: en el cine, la música ayuda a entrar en la emoción del personaje. En la escritura, tenemos el ritmo y la estructura. Yo quería algo acelerado, violento, que llevara a la protagonista a ese estado en el que nos cuesta pensar y en el que lo único que podemos hacer es tirar para adelante", explica Hidalgo.

La escritora Silvia Hidalgo.
Hidalgo ha ganado el Premio Tusquets de Novela..
Iván Giménez

La escritora señala Una mujer bajo la influencia, de John Cassavetes, como inspiración en el cine; en la escritura, le convence el ritmo que imponen autoras como Elfriede Jelinek o Ariana Harwicz. "Me atrapa cómo hablan de violencias soterradas y cómo las llevan más allá, con un halo poético". 

La tercera novela de la escritora hila la trama con analepsis, con viajes al pasado. "Necesitaba conectar con el pasado de la protagonista para entender su estado emocional y propiciar la empatía con el personaje", asegura. Cuando el matrimonio se extingue, Eva se obsesiona con "el hombre-tumor" que la deja insatisfecha y vacía. "Me convenció la idea de no poner los nombres de algunos personajes y que la protagonista le diera el suyo a la perra que recoge, creando una genealogía".

La escritura de Hidalgo rezuma urgencia no solo por el estilo rápido de la prosa, sino por los temas: la ruptura de un matrimonio, las ambiciones profesionales frustradas, la anomalía que supone en un mundo capitalista un embarazo… La protagonista, Eva, se enfrenta a las contradicciones que le provoca la maternidad, una experiencia que describe como "unas vacaciones de su propia existencia", por lo que gravita entre la satisfacción y la culpa. 

Cuando un tribunal médico la declara no apta para seguir trabajando porque está embarazada, a Eva no le gusta sentirse inútil, tampoco le gusta no poder beber porque "estaba siempre consciente de sí misma y le resultaba agotador", ni llevar una vida poco intelectual, en la que solo pone pañales, los quita y va a comprarlos. En otros momentos, asegura que "ella nunca había sido tan productiva, fabricando otra persona". 

Portada de 'Nada que decir', de Silvia Hidalgo.
Portada de 'Nada que decir', de Silvia Hidalgo.
Tusquets

Hidalgo nos empuja a reflexionar sobre la lógica capitalista aplicada al embarazo, a argumentar desde un lugar distinto, con una libertad y un espacio que quizá muchas de nuestras abuelas e incluso madres no tuvieron. 

"El embarazo, al menos en mi entorno, era un paso más naturalizado y no suponía el punto de inflexión que es hoy. Nosotras nos hemos criado con la idea masculina del éxito profesional y vital. Al chocar con nuestra maternidad es algo muy loco, porque te das cuenta de que el camino que estabas siguiendo no era el tuyo, sino el de ambición y realización masculinas. Cuando aparcas esa visión, hay un choque brutal que muchas generaciones anteriores no vivieron con esta violencia. Todo lo que he estudiado, todo lo que he luchado, todo lo que he sacrificado… esa independencia absoluta nos lleva a unos niveles psicóticos”. 

Una perspectiva heteropatriarcal que triunfa en el trabajo y a la que se enfrenta la protagonista cuando la ascienden: Eva nunca ha tenido modelos femeninos como superioras, su cultura empresarial es la del hombre, que, como recuerda Eva, no puede llorar en el trabajo. "Por no sentirse rechazada, una intenta camuflarse, adaptarse al modelo que ha ido viendo, aunque te salgan otras cualidades. Con la edad es más fácil desmarcarse, pero de joven eres más vulnerable, así que te amoldas a ese modelo heteropatriarcal en el trabajo", señala la autora.

Para anunciar la crisis en el matrimonio de la protagonista, Hidalgo escribe: "Charlas de matrimonio que ya ambos empezaban a usar más para esconder". "Todas estas instituciones tradicionales a quien nos ha venido mal ha sido a nosotras. En el libro quería mezclar la cuestión de género con la de clase. El de Eva es un matrimonio desequilibrado. Ella se siente en deuda. Incluso cuando él hace lo mínimo afectivamente, Eva siente que le debe algo. Encima, ella viene de un medio social con muchos menos recursos", explica.

Otra contemporaneidad retratada es la obsesión por el móvil. Eva, que espera una respuesta de su amante, mira el teléfono "como miraba el pecho de su bebé, angustiada y queriendo percibir una señal de vida". ¿Escribe con el móvil apagado y un cajón Silvia Hidalgo? 

"Tampoco tengo muchas redes sociales, solo Instagram, pero es imposible estar totalmente apartada. Para esta novela, me concentré muchísimo porque me había impuesto como fecha de entrega la del Premio Tusquets. Con el tiempo he ido haciendo un trabajo para quitarme tiempo del móvil y emplearlo en leer, estar con amigos o ver cine. Pero reconozco que he caído en la trampa de la inmediatez, en ese '¿por qué no me contesta?', muchas veces".

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