Entrevista

Juan Pedro Cosano: "Quería escribir de la Guerra Civil, pero para reflexionar sobre la reconciliación"

El escritor Juan Pedro Cosano.
El escritor Juan Pedro Cosano.
Cedida.
El escritor Juan Pedro Cosano.

Juan Pedro Cosano (Jerez, 1960) se casó en los ochenta y se fue de luna de miel a Roma por su pasión por la historia de la República romana. De vuelta de la península transalpina, este soldado de mil guerras de la abogacía decidió que también quería escribir novelas. Tomó un puñado de folios en blanco, se sentó a escribir a mano ante una mesa de su casa del norte de Jerez y empezó a contar la historia de Cayo Flaminio, un negociante que exportaba langostas de Gades a Roma. 

Esa historia fue el germen de su novela Hispania, la primera de una carrera literaria que rompió en exitosa con la publicación en 2014 de Abogado de pobres y que hoy, una década después, da una vuelta de tuerca con una entretenidísima entrega que novela los años de plomo del Madrid que recién sale de la Guerra Civil

Cosano retrata en las 500 páginas de El abogado de rojos (Editorial Espasa) las andanzas de Eduardo Peña, un abogado atrapado entre las dos Españas que se desangran por el odio y por el rencor y que vence su miedo para reclamar el derecho de todos a una justicia que merezca ser llamada por ese nombre.

Portada de 'El abogado de rojos'.
Portada de 'El abogado de rojos'.
Editorial Espasa

¿Otra novela sobre la Guerra Civil?Me había prometido no hacerlo. La literatura española de los últimos 50 años ha sido siempre muy maniquea cuando hablaba de la Guerra Civil. Unos eran muy buenos y los del bando contrario, muy malos. Parecía que el público quería eso y yo no quería hacerlo. Pero, últimamente, los odios de antaño se siguen enarbolando en España para crear otra vez la división entre buenos y malos, entre rojos y azules. Este carácter de las dos Españas de Machado, que una de ellas ha de helarte el corazón. Y, bueno, a mí me gustaba, en este momento. la idea de rememorar ese Madrid devastado, hambriento, pero al mismo tiempo pujante, que sale de la Guerra Civil. Por eso, me decidí a escribir sobre esa época, pero para poner mi granito de arena a la reconciliación definitiva, la que parecía que habíamos conseguido con la Transición y que ahora unos y otros parecen empeñados en no recuperar.

El personaje central de Eduardo Peña es el de un abogado que defiende la justicia y la reconciliación en un momento en el que esos valores son atropellados por el odio y por la deshumanización del contrario. Quién no se ve superado por algo así.Eduardo Peña dice en un pasaje de la novela que él no fue víctima de la guerra, pero que sí es una víctima de la paz. La guerra la pasa de puntillas, pasa sólo meses en las filas del Ejército republicano. Y es luego, cuando se acaba la guerra y llega la paz, cuando se convierte en una víctima.

Porque cuando llega la paz, lo que llega es la victoria, ¿no?Está usted refiriéndose a una frase que sale en la película de Fernán Gómez Las bicicletas no son para el verano. Él confía en que la paz traerá la reconciliación, pero muy pronto se da cuenta de que lo que llega en esos primeros años es la venganza. Él es abogado y cree que hay que perseguir los crímenes, pero que nunca hay que perseguir las ideas y los pensamientos, que no delinquen.

¿Y no es un poco ingenuo pensar eso en medio de una guerra y justo luego cuando se acaba?Pero le pueden más sus convicciones. En un pasaje de la novela, en la página 559, Peña les dice a unos jueces que juzgan a una anarquista: "¿Tienen ustedes hijos? Yo no, pero, si alguna vez los tengo, lo primero que les enseñaré es a perdonar, a no volver la vista atrás para desempolvar viejos odios, para desenterrar antiguos cadáveres, a procurar la paz, porque la paz también es perdón, indulgencia y compasión…".

Peña está atrapado en un tiempo que no parece el suyo. Lo veo más como un personaje de la Transición que como uno de la posguerra.A veces el personaje va por unos caminos que no son los que pensaba el autor. No hubo realmente personajes como Eduardo Peña, un abogado que se significa en favor de los reos políticos después de una guerra. Eso no sucedió en la época. No había esa posibilidad de ser valiente y abogar por una paz que fuese algo más que represalias. Es verdad que hubiera sido más posible en la España de finales de los sesenta o principios de los setenta.

La novela entrelaza historias de dolor y de desgarro y retrata la miseria humana, la crueldad de las muertes, las delaciones entre vecinos…No se olvide de que en la Guerra Civil eran habituales las denuncias anónimas entre vecinos y cercanos y que hay tantas denuncias que luego Franco tiene que prohibir en 1940 los juicios sumarísimos a partir de estas denuncias. La guerra es una solución equivocada al odio que crece en los tiempos de la república democrática. ¿Por qué ese odio? Yo no soy capaz de decir la razón, de desentrañar el motivo, pero lo que sé es que ese odio es cerval y que derivó en estos crímenes.

Como se dice en estos casos, entonces mejor escribir la historia para no repetirla.Para no repetirla, para no incurrir en viejos errores y para perdonar.

Escribe usted de nuestro pasado, pero pensando en todo momento en nuestro presente.Totalmente. Mi novela no es ideológica, pero sí es una novela escrita desde el punto de vista de ese tercer bando silencioso, el de los millones de españoles de esa tercera España que soportaron la guerra y que vivieron esa guerra no en función de sus ideas, sino de donde vinieron y donde estaban en ese momento.

¿Por qué aún hoy triunfa el maniqueísmo cuando hablamos de la Guerra Civil? La España de bloques.Yo no soporto la España de bloques. Durante mucho tiempo, lo correctamente político era posicionarse a favor de quienes perdieron la Guerra Civil, pero la realidad histórica no se puede cambiar. La dictadura fue lo que fue. El problema es que hemos llegado desde ahí a sembrar la semilla del rencor y del odio, la que nos llevó en su momento a la fragmentación absoluta que se vivió.

¿Nos pasamos ahora con los adjetivos en la confrontación política? ¿Es peligroso?No hay peligro de caer en ningún enfrentamiento como el del 36, pero sí de crear un enfrentamiento brutal entre españoles como el que hemos visto por Cataluña. Hoy, España está dividida en bloques. Hemos roto con demasiada frivolidad los consensos que originaron los acuerdos de la democracia española en los setenta y en los ochenta. Y me da pena lo que está pasando y que, ahora, incluso se esté poniendo en tela de juicio nuestra democracia. El voto emocional, el voto ciego, es un voto legítimo, pero al final un voto legítimo puede dañar a una democracia.

Vuelvo a la novela. Eduardo Peña no tiene un momento de revelación, pero sí que llega un día en el que dice 'basta', que tiene que hacer algo contra tanta barbarie y tanto odio acumulado. ¿De dónde sale esa fuerza, ese valor?Nace del dolor que siente. El dolor puede manifestarse en una expresión de odio o en un sentimiento de indulgencia. A Eduardo Peña lo lleva a un propósito de reconciliación.

Un propósito de reconciliación que impregna todas las páginas del texto.Me preocupaba que se pensase que era una novela ideologizada. Y no lo es. La gente me ha agradecido que sea una novela neutral. Y me ha sorprendido profundamente. Es un poco decir 'basta ya tanto odio', una reivindicación de la templanza, del equilibrio, del sentido común y también de trasladar que es una pena que este sentimiento, que es compartido, no sea amplificado por quienes tienen más voz.

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