La política catalana lleva demasiado tiempo marcando el paso a la política de todo el país y, una vez más, sus elecciones autonómicas, adelantadas a mayo, pueden decidir si la legislatura y el Gobierno de Pedro Sánchez continúan viaje o no.

El adelanto de Pere Aragonés ya nos ha dejado sin Presupuestos para 2024 al resto de españoles que ni votamos la composición del Parlament ni la votaremos el 12-M. Paradójicamente han sido los socios catalanes de Sumar, socio a su vez del Gobierno de Sánchez, quienes se negaron a suscribir las cuentas del Govern, dejando a Yolanda Díaz sin las suyas en Madrid y desencadenando una catarata de consecuencias políticas que nos afectarán a todos.

Con ERC y Junts en feroz contienda electoral se tornaba imposible un acuerdo presupuestario en el Congreso, pacto que tampoco ayudaría al PSC a enfocar su campaña como antítesis moderada, pacificadora y de gestión responsable frente a los independentistas.

También el camino del PSOE y del PP viene señalado por lo que voten los catalanes. Sánchez necesita el triunfo de Illa para confirmar su estrategia de indultos y amnistías ‘por la convivencia’ tanto como Feijóo lo contrario. Los socialistas lograron en julio los escaños suficientes para arrebatar al PP y a Vox la Moncloa que le prometían las encuestas gracias al ascenso de sus votos en Cataluña, de la misma manera que los populares incrementan sistemáticamente sus votantes en el resto de España cuando endurecen su discurso contra el separatismo catalán. Desde 2017 la ecuación catalana ha sido, sin duda, la clave de bóveda de los gobiernos de España.

El 23-J casi 400.000 catalanes votaron a Junts dándole los siete escaños que tienen en vilo cada día a La Moncloa. Este 12-M están convocadas elecciones catalanas pero casi podríamos decir que nos jugamos una segunda vuelta de las generales.

Desde 2017 la ecuación catalana ha sido, sin duda, la clave de bóveda de los gobiernos de España