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Eduardo Gimeno, la felicidad de ser padre teniendo discapacidad intelectual: "Tenemos una relación maravillosa, jugamos mucho…"

Eduardo Gimeno padre discapacidad intelectual
Eduardo Gimeno con su hija Ruth.
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Eduardo Gimeno padre discapacidad intelectual

Desde hace casi 80 años, el 19 de marzo tiene lugar en España el día del padre, una fecha señalada en el calendario en la que agradecemos a los millones de padres su lucha diaria para sacar adelante a sus hijos.

Entre esos millones, encontramos a Eduardo Gimeno, una persona que, además de los retos diarios a los que se enfrentan cada día todos los padres, tiene que añadir los de su propia discapacidad y, lo que es aún peor, los que imponen las miradas que cuestionan su capacidad de ser padre, un prejuicio especialmente frecuente en el caso de la discapacidad intelectual.

Eduardo ha aprendido a esquivar esas miradas y a centrarse en lo importante: en cuidar y querer a su pequeña con una entrega y un amor incuestionables.

Eduardo tiene 44 años, vive en Zamora y, además de trabajar en un centro especial de empleo desde hace 20 años y dedicar parte de su tiempo libre al mundo asociativo -es miembro de la Plataforma Estatal de Representantes de Personas con Discapacidad Intelectual de Plena inclusión-, es el feliz papá de Ruth, una niña de casi cinco años que lo tiene enamorado.

"Estoy flipado con ella", dice con una sonrisa enorme en los labios, "un amigo mío ya me advirtió de que alucinaría cuando tuviera a la niña, y así ha sido. Hasta que no lo vives, no sabes lo que es. Es inmenso, ya puedes tener el peor día del mundo, que la ves a ella, y te lo arregla. Es un amor de niña". 

Ruth llegó al mundo, además, en un momento delicado de la familia. La hermana de Eduardo, que se llamaba como ella, murió unos años antes, "nos destrozó a todos, pero sobre todo a mi madre, que desde ese momento perdió las ganas de vivir". Gracias al nacimiento de Ruth, Eduardo asegura que su madre recupero la ilusión, "la pena es que se está haciendo mayor y empieza a tener demencia, pero a la niña la tiene siempre presente, vive con nosotros, duerme con ella… Para mí verlas a las dos es un sustento emocional muy grande. Mi hija ha sido una bendición para todos". 

Pero Eduardo no decidió ser padre para hacer feliz a su madre, sino porque siempre quiso serlo, "toda la vida he querido ser padre, y he tenido el anhelo de hacerlo bien, así que cuando tuve una pareja que quisiera avanzar en esa aventura, nos decidimos", recuerda.

Eduardo Gimeno es miembro de la Plataforma Estatal de Representantes de Personas con Discapacidad Intelectual de Plena inclusión
Eduardo Gimeno es miembro de la Plataforma Estatal de Representantes de Personas con Discapacidad Intelectual de Plena inclusión
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Su entorno siempre los apoyó, aunque tampoco pidió su opinión, y mucho menos permiso, "no pregunté, ya se lo conté a todos cuando mi pareja Irene estaba embarazada, y encantados todos". Su seguridad era fruto de la educación que ha recibido siempre, pues su madre, aunque le ha protegido mucho, "también me ha dado la autonomía y la libertad para equivocarme". 

Toda la vida he querido ser padre, y he tenido el anhelo de hacerlo bien

Gracias también a esta educación es un padre autónomo que se desvive por su hija, "tenemos una relación maravillosa, jugamos mucho… yo la busco constantemente. Desde que me levanto a las 7 de la mañana para trabajar, estoy deseando salir para ir a por ella al cole, para estar con ella por la tarde". 

Eduardo y su mujer, Irene, no necesitan más ayuda que cualquier otra familia para cuidar de Ruth, y entre los dos se organizan como cualquier otra pareja, "a veces también nos echan una mano mis sobrinos, que tienen 20 y 28 años, pero solo para casos de emergencia, para el día a día nos apañamos entre los dos. Ella la lleva al cole, yo la recojo algunos días, la llevo a inglés…".

Con los que dudan de la capacidad de las personas con discapacidad intelectual para ser padres y criar a sus hijos, Eduardo es tajante, "lo que tengo claro es que no me gusta que me juzguen, especialmente por mi discapacidad. Es cierto que tengo discapacidad, pero también he sido hijo, sé cómo hacer las cosas, tengo mi propia opinión de cómo hacerlas… y, como cualquier otra persona, debería de tener la oportunidad de poder ser padre, con responsabilidades y obligaciones y, por supuesto, con mis derechos”.

Piensa, además, que criarse con una persona con discapacidad puede aportar mucho a su hija, valores como "la tolerancia, el respeto, la paciencia… y el afán de superación por las dificultades a las que me he tenido que enfrentar. Y la idea de que todos tenemos capacidades, aunque algunas las tengamos más desarrolladas que otras".

Las personas con discapacidad intelectual quieren ser autónomas, y, cuando no pueden serlo al 100%, ayuda y apoyo, "a las personas que dudan de nuestras capacidades les diría que dejen de lado los prejuicios, y que si ven que una persona tiene una limitación, pero que tiene un deseo, un afán por hacer algo, en lugar de juzgarlo, que lo ayuden si lo necesita. Apóyalo, construye con él en lugar de juzgarlo". 

Tengo discapacidad, pero también he sido hijo, sé cómo hacer las cosas, tengo mi propia opinión de cómo hacerlas

En cuanto al Día del Padre, Eduardo lo vive siempre con mucha ilusión, sobre todo porque aún tiene la espinita clavada que le dejó no haber pasado el primer día del padre con ella, "fue en 2020 y mi mujer y mi hija estaban en Valladolid, donde fueron porque mi suegro estaba enfermo. Me pasé el día confinado con mis padres y mirando la foto de Ruth que teníamos en el calendario del salón", recuerda con pena.

Desde entonces, vive este día como una auténtica fiesta y llamando a la suerte, pues nunca falta "un cupón de la ONCE del Día del Padre, a ver si nos toca", bromea seguro de que la lotería ya le ha tocado solo con mirar a su hija, "desde que nació, pongo sus necesidades por encima de las mías, y no me importa, es una gran satisfacción". 

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