Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Señores que son señoras, tertulias que son jueces

Sonsoles Ónega corta el micrófono de un posible fraude de la 'Ley trans', en 'Y ahora Sonsoles'.
Sonsoles Ónega corta el micrófono de un posible fraude de la 'Ley trans', en 'Y ahora Sonsoles'.
ATRESMEDIA
Sonsoles Ónega corta el micrófono de un posible fraude de la 'Ley trans', en 'Y ahora Sonsoles'.

Alguien tendrá que arreglar este atentado contra el sentido común, esta sublimación del fraude de ley tan televisiva y ridícula ante la que cuesta no rebelarse. Tenemos que partir de un principio elemental: la ley no es perfecta. El legislador puede ser mediocre, incompetente y desastroso. No pasa nada, somos humanos. A veces, nos equivocamos. Hay una falsa creencia en la política que parece defender que la ley, una vez aprobada, es infalible. Nada más lejos de la realidad.

Además, si nos fijamos en cómo se legisla en España últimamente, son muchas las razones para dudar. Lo de tramitar como decreto ley cualquier iniciativa que interesa al Poder Ejecutivo sin cumplir con la extraordinaria y urgente necesidad que prescribe el artículo 86.1 de la Constitución es ya una costumbre muy molesta. Legislar contra el otro, para cumplir una promesa rápida o para tener contento al socio de gobierno parece ya lo más normal del mundo.

Tenemos un legislador que es un camarero, un sastre barato y un mozo de almacén. Así que es muy probable que muchas de nuestras leyes sean imperfectas y tengan agujeros por los que se filtran algunos errores flagrantes. La puesta en libertad de delincuentes sexuales sigue siendo un goteo infame del que se habla ya poco, pero es un desastre manifiesto. Estas semanas estamos viendo otro desafuero insoportable: el fraude de ley en la aplicación de la conocida como ley Trans con esos hombres barbudos, militares y serios que se declaran mujeres y tienen el cuajo de salir en la tertulia de turno a defender su argumento.

Tenemos un legislador que es un camarero, un sastre barato y un mozo de almacén.

El sentido común se resquebraja al escuchar a estos tipos declarar en las tertulias que se sienten mujeres, pero que no se cambian el nombre, que siguen con su vida tal y como estaba. Muchos de ellos tienen sus motivos, por ejemplo, recuperar custodias, asegurar plazas y concursos o defender algún derecho con mayor eficacia. La ley los asiste y no pestañean cuando dicen lo que dicen delante de la cámara.

Hemos visto algunos presentadores y colaboradores como Sonsoles Ónega, Antonio Naranjo o Joaquín Prat manifestar de modos muy elocuentes sus dudas sobre los argumentos de estos señores que dicen ahora que se sienten mujer. Cuando la voz del sentido común resulta tan divergente con la ley, algo pasa. Hay que mirar al legislador y pedirle cuentas. No se puede ser tan chapucero y alguien lo tiene que arreglar, además de pagar por ello.

En una empresa, los responsables estarían en la calle por incompetentes, pero en la cosa pública todo se diluye y nadie reconoce el error. Y el error es del partido que gobierna y de sus socios. No se puede ser más insensato y más imprudente. Esta forma de dar pena, de hacer el ridículo y de no ayudar en nada a la bandera que se pretende enarbolar es una vergüenza y alguien tendría que dar la cara, reconocer el error, rehacer los textos legales y marcharse a su casa con dignidad. 

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