Entrevista

Mónica Rodríguez, premio Avanzadoras 'Lucha contra las Desigualdades': "El mundo está dando la espalda a las mujeres afganas"

Mónica Rodríguez, premios Avanzadoras
Mónica Rodríguez, premios Avanzadoras
Mónica Rodríguez, premios Avanzadoras
Mónica Rodríguez, premios Avanzadoras

Nació en Barcelona, pero ha estado en Lesbos, Perú, Etiopía, Mali, Calcuta, Líbano y el Sáhara. En cualquier lugar en la que haya personas que necesiten ayuda. Mónica Rodríguez (1975) dice que es una persona altamente sensible y que por eso a veces empatiza "demasiado". Pero su solidaridad le viene de familia. Desde que pudo, se embarcó a lugares en los que el conflicto y las desigualdades abocan a la gente a vivir en una situación de violencia extrema. En todos los sentidos. Tras años de trayectoria ayudando a personas refugiadas y compaginándolo con su profesión de maestra, Rodríguez se embarcó en 2016 en un nuevo proyecto, la ONG 'Un Gest de Calor', volcada en mejorar la vida de las personas refugiadas. Cinco años después, en agosto de 2021, se unió al movimiento 'Afghan Women on The run', con el que han conseguido ayudar a centenares de mujeres y familias que huyen del terror. Ahora, 20minutos reconoce su labor con el premio Avanzadoras, en la categoría 'Lucha contra las Desigualdades'. 

 ¿Qué significa para usted este reconocimiento?
Es una gratitud y un honor enorme. No me lo esperaba. Yo voy haciendo día a día como una hormiguita, y estos premios son un empujón para poder seguir. Normalmente la gente no te agradece mucho por el camino, excepto las personas que son protagonistas de la historia. Y esto puede ayudar mucho a dar voz al proyecto. Así que estoy enormemente agradecida, y lo comparto con mis compañeros y con toda la gente que me ha apoyado desde el 2016 en ayudar a personas refugiadas y, por supuesto, a las personas refugiadas que he ido ayudando por el camino.

¿En qué momento de su vida decidió que quería invertir parte de su tiempo en ayudar a las personas refugiadas y, en definitiva, a luchar por las desigualdades en todo el mundo?Todo viene de cuna. Mi familia es muy humilde y siempre nos ha guiado con la premisa de ayudar a los demás. Mis padres han tenido una vida muy difícil, han pasado hambre, incluso. Para ellos lo más importante era darnos unos estudios y una buena educación emocional. Ya siendo maestra dije: "Tengo que sacar tiempo". Gracias a mis vacaciones hacía un voluntariado prácticamente cada verano. Empecé por Perú, estuve en Etiopía, en Mali y después incluso empujé a mi marido a que me acompañara a Calcuta. Y cuando empezó el conflicto en Siria nos fuimos a Lesbos. Ese mismo año iríamos cuatro veces más a Grecia a visitar campos de refugiados. Hemos estado también en los campamentos saharauis y he sido madre de acogida durante muchos años. Es algo que me llena mucho y me hace sentir mejor persona. Cuando dejo de ayudar a los demás parece que tengo un vacío. Lo llevo dentro. 

Cuando dejo de ayudar a los demás parece que tengo un vacío. Lo llevo dentro

Y en 2021 emprendiste un nuevo proyecto, la ONG Afghan Woman on the Run...Sí. La ONG en sí se creó en el 2016 para ayudar a personas refugiadas, empezar a hacer campañas y poder enviar contenedores. Desde entonces yo ayudo a todas las personas refugiadas que puedo, que encuentro por el camino, digamos, ¿no? Quiero abarcar demasiado y a veces me siento mal porque no llego. Y, desde verano del 2021, colidero el proyecto de Afghan Woman junto con Queralt Puigoriol.

¿Diría que cuesta más que la gente se involucre o empatice con lucha por los derechos de las personas refugiadas?Muchísimo, porque creo que normalmente la gente empatiza con aquello que le es cercano. A los niños de la escuela les digo que la empatía no está solamente en ayudar a aquel que te recuerda a ti, que se parece a ti. Porque si algún día te pasa, quieres que te ayuden. La empatía y la ayuda tiene que ser incondicional. La vida del refugiado es algo que tenemos bastante lejano, y la gente no imagina que en algún momento también nos pueda pasar a nosotros. Y todo pasa muy rápidamente de moda. Hablamos mucho de un conflicto durante unos días y, casualmente, a las semanas ya nadie se acuerda de ellos.

Queda eclipsado por otro conflicto...Es lo que pasa, a veces, que se entierran unos con otros. Y, por otra parte, creo que estamos demasiado inmunizados a las imágenes. La gente ya no se alarma. Me duele ver lo que está pasando ahora mismo en Gaza. Ha habido determinados conflictos, todos, pero especialmente algunos, en los que dices: "Madre mía, es que de este pueblo no se va a acordar nadie". En Afganistán estamos viendo cómo el mundo le está dando la espalda ahora a las mujeres afganas. Ya no se acuerdan de ellas. Es más, empezamos a oír que tal vez ya no están tan en peligro. Si acatan las órdenes del régimen talibán, agachan la cabeza y se olvidan de estudiar y se dedican a las labores de casa, pues, sí, no van a tener ningún problema. Pero emocionalmente estas mujeres están muertas en vida. Todo pasa muy rápido y realmente la gente no empatiza con el sufrimiento ajeno.

¿Cree que en los conflictos la invisibilidad de las mujeres es todavía mayor?Al final, las mujeres y los niños refugiados son las víctimas de cualquier conflicto. Muchas de ellas son cuidadoras de sus familias, y a veces priorizan el cuidado de los demás y se olvidan a ellas mismas. Creo que es mucho más difícil saber del día a día de una mujer que de un hombre, que también lo está pasando mal, pero que siempre hay alguien que le da voz. Las mujeres son las grandes víctimas. Lo viví en los campos de refugiados en Grecia. Después de haber pasado por lo que habían llegado a pasar y al llegar a los campamentos sufrían muchas inseguridades y hubo muchas violaciones y mucho maltrato por parte de otros hombres, incluso de la familia. No querían que llegara la noche porque no sabían lo que les podía pasar. Salen de una y se meten en otra. Son las eternas víctimas. 

¿Ha habido algún momento en el que te haya superado tanta injusticia?Por supuesto. Me afectó mucho mi primer viaje a Lesbos. Yo ya era consciente de a dónde iba. Soy una persona altamente sensible, entonces empatizo sobremanera y a veces demasiado, porque me quita el sueño. Estuve a pie de playa y ayudando en un pequeño campo de refugiados. Poquito tiempo, pero suficiente para darme cuenta de que había otra realidad completamente diferente a la mía. Ver cómo bajaba esa gente de las embarcaciones totalmente mojados, habiendo perdido prendas por el camino... y los que habían perdido alguien. Eran rostros de un cansancio enorme y de haber sufrido mucho. Escuché historias muy duras y hubo una mujer que incluso me daba su bebé para que me lo llevara. ¿Cómo tiene que ser su vida y qué incertidumbres debe tener como para que quiera que yo me lleve a su hijo? Aquello me cambió la vida, y cuando volví a Barcelona caí en una depresión. Mi vida perdió bastante sentido. 

Debe ser complicado volver a la normalidad y ver que el mundo sigue girando independientemente de las injusticias...Yo llegaba a la escuela y decía, yo quiero volver allá y estar con esta gente. No podía entender que aquí la gente fuera tan ajena a lo que estaba pasando allá, que ya no era tan allá, porque es el recibidor de Europa, en Grecia. Se veía continuamente las noticias, pero aun así nadie hablaba, no pasaba nada. Y, caray, era la segunda crisis de refugiados más grande después de la Segunda Guerra Mundial. Ahí yo tuve el primer shock. He tenido varios por el camino. También cuando volvió al poder el régimen talibán en Afganistán. No podía creer que la comunidad internacional abandonara aquella situación. Me daba mucha rabia porque intentaban vender que los talibanes habían cambiado y que ya no eran tan peligrosos. Nos intentaron convencer para justificar su marcha. Sentí mucha impotencia y rabia.

A veces hay gente que opina que no puede hacer nada, no puede aportar nada. ¿Depende todo de los que gobiernan?Me da mucha rabia. Como tantas otras veces en las que hay personas que comentan que los de fuera vienen a quitarnos trabajo. Yo he conocido a tantas y tengo tantos amigos que han sido refugiados... y son gente tan formada, tan culta, con tantos idiomas y con una educación que aquí la estamos perdiendo. Yo creo que es una forma de excusarse. Es más fácil decir: "¿Qué vamos a hacer los de aquí? Lo tienen que hacer los gobiernos, que lo arreglen en su país". Ya, pero es que no lo van a arreglar. Es que su país va a seguir así. Esto es como si vieras a alguien en la calle que te necesite y le dices que no le vas a ayudar, que le ayuden en su casa. No me entra en la cabeza. Hay que hacer y se pueden hacer muchas cosas por los demás. 

¿Si todos pusiéramos nuestro granito de arena la situación sería diferente?
Y tanto. Todo suma. Mi padre siempre me decía: "Mónica, una gota en el mar no es nada, pero si todo el mundo al final va poniendo su gotita... Ese mar, sin esas gotas, sería menos". Es una frase de la madre Teresa de Calcuta que siempre me ha acompañado. Hay que hacer acciones. Por pequeñas que parezcan, para esa persona a la que tú estás ayudando es muchísimo. A veces simplemente el acompañamiento emocional. Desde 'Un gest de calor' y 'Afghan Woman on the Run' buscamos eso también. Ahora mismo con las mujeres afganas tenemos madrinas para ellas que las acompañan no solamente de forma económica, sino también emocionalmente. Y esa ayuda, ese saber que te van a escribir y que tienen a alguien a quien le importa, pues eso tampoco es tanto y para ellos es mucho. Todos, de una forma u otra, podemos y deberíamos hacer algo.

¿Intenta trasladar eso a los alumnos a los que impartes clase?Por supuesto. Para mí es básico. Disfruto mucho las clases de valores en la escuela y los niños también. La empatía hay que trabajarla con los niños desde pequeños, después las cosas ya no calan de la misma forma. Espero que el día de mañana tampoco olviden las cosas que les he explicado. Hay antiguos alumnos que tengo en redes y me encanta porque veo que algo caló. Muchos de ellos están estudiando para tener alguna titulación con fines sociales. Incluso tengo un alumno que tuve hace más de veinte años que está estudiando para ser juez. Un chico marroquí que me contactó por Facebook después de años y me dijo que nunca había olvidado muchas cosas que yo le había dicho y que él también quería luchar por un mundo mejor. Me llena de orgullo. Y en casa trabajamos mucho los valores también con mi hijo. Desde que nació siempre ha visto gente en casa y le he llevado a los campos de refugiados, ha tenido a su hermano saharaui aquí durante mucho tiempo... creo que con el ejemplo, si ellos ven que tú además actúas, esto se pega.

¿Qué mensaje querrías lanzar a la población aprovechando este altavoz?Que de una forma u otra deberíamos estar todos un poquito obligados a ayudar a aquellos que en un momento dado nos pueden necesitar y que tampoco implica tanto tiempo. Basta con un poquito de buena intención, de cariño, de empatía… Además, cuando ayudas a los demás, tú también te sientes mucho mejor y de hecho es una de las cosas que recomiendan para subir la autoestima y para crear endorfinas. De la misma forma que queremos estar agradecidos a lo bueno que nos sucede, yo creo que es una asignatura pendiente el podar a los demás para que ellos también estén agradecidos a nosotros. Y que no nos olvidemos de las mujeres afganas, ni de la causa afgana, que ya empieza a estar en la sombra. Todavía hay muchas mujeres que siguen ahí sin poder hacer ruido cuando caminan, sin poder decidir por ellas mismas, teniéndose que casar con aquellos que les imponen, no pudiendo salir a la calle de manera normal si no van acompañadas de otro hombre, sin poder estudiar… Realmente las mujeres son las víctimas número uno en la sociedad y más cuando están viviendo en un país con esta situación tan desfavorecida.

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